jueves, 17 de julio de 2014

Nuestras pertenencias

Igual que una buena preparación física permite superar una prueba deportiva,
una buena preparación moral es indispensable para vivir con altura humana.
1. Libertad
El primero de nuestros "haberes" es la libertad. Las personas no nacemos ya hechas, acabadas, sino por hacer, como el material de un escultor. Ante cualquier decisión imaginamos un mundo de posibilidades, tanto mayor cuando más profundo conocimiento de la realidad tengamos y cuanto más creativos seamos. Precisamente porque no estamos ya determinados a dar una respuesta única, ni a elegir una de esas posibilidades, podemos decir que somos libres.
La libertad de los seres humanos consiste, en principio, en que no estamos determinados a dar una respuesta única a los problemas que se nos presentan, sino abiertos a crear inteligentemente un mundo de posibilidades y a elegir de entre ellas la que consideramos mejor. Seremos más libres cuanto mejor conozcamos el mundo que nos rodea y más dispuestos estemos a idear posibilidades y a elegir sin presiones la que consideremos preferible.


2. Talante y carácter

Talante y carácter son, pues, los dos polos de la vida ética, premoral el uno, auténticamente moral el otro.
José Luis López Aranguren, Ética

El talante (páthos) es el modo de enfrentarse por naturaleza con la realidad (primera naturaleza). El carácter (éthos) es el modo de enfrentarse por hábito (segunda naturaleza).

 Talante 
Nuestra libertad no es incondicionada, sino que está condicionada por el talante con el que nacemos y por la situación social en que nos encontramos. El talante de una persona es su sentimiento fundamental de la existencia, el tono vital con el que se enfrenta por naturaleza a la realidad. Una persona no es un conjunto inconexo de sentimientos y de inteligencia, sino que en cada uno de nosotros hay una unidad emocional e inteligente última, que no hemos elegido, sino que nos viene dada por naturaleza: es el talante.

 Carácter 
Precisamente por ser libres podemos ir forjándonos un carácter (éthos), que es lo que los antiguos llamaban "segunda naturaleza": las personas nacemos con un talante o primera naturaleza y podemos ir creándonos una segunda naturaleza o carácter por repetición de actos. Como quien forja una escultura (carácter) a partir de un material dado (talante). En esta forja -decía ya Aristóteles- consiste la vida moral: en adquirir las virtudes y actitudes que van componiendo el carácter.

3. Virtudes
Cuando algo nos interesa, necesitamos ejercitarnos, no sólo para conseguirlo, sino para adquirir hábitos en ese sentido, que nos ahorren esfuerzo en el futuro. Un niño ha de esforzarse mucho para andar, pero, una vez que ha adquirido el hábito, lo hace casi automáticamente. Igual sucede con la mayoría de nuestros movimientos diarios, que nos costaron mucho aprender, pero ahora ya estamos habituados a realizarlos y casi no nos damos cuenta.
La vida moral tiene una meta -ser persona en plenitud- y para lograrla es preciso ir adquiriendo los hábitos correspondientes. A los hábitos que encamina al bien los llamaron los clásicos "virtudes", a los que alejan de él, "vicios".


Mediante el ejercicio, las personas, como los músicos
o los bailarines, se convierten en virtuosos.
En Grecia, la virtud -areté- se entendía como excelencia del carácter. En cada ámbito -deporte, sabiduría- era virtuoso el que destacaba entre los demás por ejercerlo especialmente bien. Como decimos ahora de quien es un "virtuoso" de cualquier instrumento musical. En cambio, en la Edad Media, el término latino virtus va cobrando el significado "fuerza", que es hoy el usual: la fuerza del alma para hacer el bien.
Se entiende, entonces, que virtud es una predisposición a obrar bien, adquirida mediante ejercicio.

4. Actitudes
En muchas ocasiones, la psicología tiende a sustituir la expresión "hábitos" por "actitudes". Las actitudes son aquellas predisposiciones, aprendidas y relativamente fijas, que orientan la conducta que previsiblemente se manifestará ante una situación u objeto determinados. Por ejemplo, decimos de alguien que tiene una actitud autoritaria o bien dialogante, solidaria o insolidaria.
Las actitudes, como las virtudes, son expresión del ser más profundo de las personas, compuesto a la vez por sentimientos, inteligencia y razón. No somos exclusivamente sentimentales ni exclusivamente racionales. Por eso, virtudes y actitudes contienen componentes cognitivos (convicciones y creencias), afectivos (sentimientos favorables o desfavorables en relación a la situación o el objeto) y comportamentales (tendencia a responder en un determinado sentido a un aspecto de la realidad). Son difíciles de modificar, pero es posible hacerlo: cuando una actitud ha sido modificada intencionadamente es muy semejante a la virtud.
Virtudes y actitudes son clave en la vida moral, porque las personas solemos actuar según las predisposiciones que hemos adquirido.