domingo, 13 de julio de 2014

La vida religiosa en los reinos cristianos

Menéndez Pidal calificó a España en uno de sus trabajos de "eslabón entre la Cristiandad y el Islam". Difícilmente puede encontrarse un enunciado más expresivo al analizar la vida del espíritu en la Península Ibérica entre los siglos XI y XIII. Es cierto que los reinos cristianos dominaban políticamente la escena. Pero en tierras hispánicas había una fructífera amalgama entre elementos espirituales, culturales y artísticos de la Cristiandad y del Islam, sin olvidar la aportación específica de los judíos. El Camino de Santiago unía a la Península con la cristiandad occidental, desde donde llegaban la reforma gregoriana, el románico y el gótico. Al-Andalus fue el puente por donde se introdujo en Europa el pensamiento griego y oriental.

Arquería del conjunto monumental de San Juan de Duero (Soria)
La Iglesia desempeñaba un papel fundamental en la vida de los reinos cristianos. Independientemente de sus funciones estrictamente espirituales desarrollaba otras muchas actividades, por ejemplo, el cuidado de los pobres y de los enfermos, fundando hospitales para su atención. La Iglesia dulcificó las rudas costumbres feudales, al conseguir la implantación de las treguas de Dios. Pero al mismo tiempo la Iglesia perseguía implacablemente a los herejes y lanzaba la excomunión a cuantos se salían del camino por ella trazado. En otro orden de cosas, la Iglesia, con su monopolio de la cultura, desempeñaba un importante papel ideológico, al servicio por supuesto de las estructuras sociales existentes.

1. El contacto con Europa: la reforma gregoriana y el Camino de Santiago
En tierras hispánicas persistían, desde el punto de vista religioso, muchos rasgos singulares con respecto a la cristiandad occidental, por ejemplo el rito mozárabe, o el casi total desconocimiento de la regla monástica benedictina. Pero desde el reinado de Sancho III de Navarra se intensificaron los contactos con Europa. Esto supuso, en el terreno religioso, primeramente la irrupción de la regla benedictina y más tarde, en tiempos de Alfonso VI de Castilla, la penetración del espíritu de la reforma gregoriana. Con ésta llegaron a la Península los monjes cluniacenses, pero también un elevado número de eclesiásticos de origen francés, hostiles en principio a las tradiciones de la iglesia hispana. Los reformistas lucharon tenazmente por acentuar el sentido jerárquico en el seno de la iglesia peninsular, pero también por reforzar la obediencia absoluta al papado y por eliminar el rito mozárabe, estableciendo en su lugar el rito romano, unificador de toda la Cristiandad en el aspecto litúrgico.
Uno de los elementos que más influyó en la acentuación de las relaciones con Europa fue el camino de peregrinos que terminaba en un lugar de Galicia en donde se hallaban los supuestos restos del apóstol Santiago. Gracias a las facilidades concedidas por los reyes navarros y castellano-leoneses, el Camino de Santiago estaba prácticamente organizado a finales del siglo XI.

Apóstol Santiago, en el Pórtico de la Gloria
Catedral de Santiago de Compostela
Aunque había numerosas desviaciones, la ruta principal se iniciaba en tierras hispanas en Roncesvalles, en Navarra, continuando por Pamplona, Estella, Logroño, Burgos, Sahagún, León, Astorga, Ponferrada, etc., hasta concluir en Santiago de Compostela. Gentes de toda condición social, desde reyes y grandes magnates hasta mendigos y vagabundos, acudieron a Santiago, lugar que rivalizaba con Roma como meta de peregrinación. Entre los peregrinos de la ruta jacobea se desarrolló un folklore y una simbología peculiares. Pero es evidente que el significado religioso del camino fue ampliamente desbordado, para convertirse al mismo tiempo en una importante vía de actividad económica y en ruta de penetración de los más variados elementos culturales y artísticos.

2. La renovación de los siglos XII y XIII: del Císter a las órdenes mendicantes
Los reinos cristianos de la Península no fueron ajenos a las profundas transformaciones que afectaron a la Iglesia en el siglo XII. El desarrollo del Derecho Canónico proporcionaba un instrumento jurídico de suma eficacia. Simultáneamente surgieron nuevas órdenes, que proclamaban la necesidad de abandonar la tradicional pompa benedictina y de intensificar el trabajo manual de los monjes. A tierras hispanas llegaron pronto los premostratenses y los cistercienses. Estos últimos fundaron numerosos monasterios, dependiendo de las casas madres francesas. Recordemos algunos de los más importantes monasterios del Císter: Sobrado en Galicia, Moreruela en León, Valbuena en Castilla, Fitero en Navarra, Veruela en Aragón y Poblet en Cataluña.La expansión de la Cristiandad y la ofensiva desencadenada contra el Islam a través de las Cruzadas, impulsaron el nacimiento de las órdenes militares. En ellas se conjugaba el espíritu religioso propio de una orden monástica con la específica actividad militar, orientada contra los infieles. Pronto se establecieron en tierras hispanas las órdenes surgidas en relación con los problemas de Tierra Santa. Pero a mediados del siglo XII se fundaron órdenes militares estrictamente hispánicas, que jugaron un papel trascendental en la lucha contra el Islam: Calatrava, Alcántara y Santiago.
En el siglo XIII, coincidiendo con el desarrollo de las ciudades y de la burguesía, así como con la aparición de corrientes heréticas que propugnaban la vuelta a la pobreza radical, nacieron las órdenes mendicantes. La orden de los dominicos era obra de un eclesiástico de origen castellano, Domingo de Guzmán. La presencia de los mendicantes en la Península es muy temprana. En 1223 los dominicos ya estaban establecidos en Barcelona y en Zaragoza, y antes de 1225 habían llegado los franciscanos a Barcelona y a otras ciudades de Cataluña.