Dos son los aspectos más sobresalientes:
a) El predominio de la asociación constituida por la encina o carrasca como especie dominante.
b) La intensa deforestación experimentada por el bosque esclerófilo.
La colonización del encinar (querción illicis) se produjo en el período óptimo postglaciar. Las condiciones originarias (mayor humedad y temperatura) fueron distintas a las actuales; por ello, la encina tuvo que crear unas condiciones especiales para adaptarse a una mayor aridez. Está, pues, en condiciones desbióticas. Para resistir creó un suelo umbroso y ácido. Rotas por el hombre estas condiciones inestables es difícil reconstruir el antiguo monte. Los habitantes de la Península han roturado extensos espacios, las mejores tierras, pero además, mediante talas y rozas abusivas no sólo han alterado la fisonomía de la formación, sino que han favorecido el desarrollo de formaciones regresivas subseriales, arbustivas o matorrales, como el romero, jaras, tomillares, etc.
2. Las asociaciones vegetales
La encina es la especie más característica del bosque esclerófilo. En su etapa clímax era una formación cerrada, con árboles de gran porte y un subsuelo de especies umbrógenas (madroño, lentisco, durillo), entremezcladas por lianas. Hoy es una asociación muy modificada de gran ubicuidad; se encuentra tanto en el norte como en el sur.
Cuando las precipitaciones son mayores, las temperaturas de invierno más suaves y los suelos silíceos, es sustituida por el alcornoque, que se extiende por el sudoeste, en la zona montañosa del Estrecho y en las penillanuras del oeste. En las zonas con mayor humedad y temperaturas más bajas, dos robles compiten con la encina: el rebollo y el quejigo o roble enciniego, dos especies que se extienden por los páramos y bordes marginales de las cuentas terciarias. Las zonas con inviernos más fríos y aridez más acusada, son colonizadas por la sabina albar, que se desarrolla ampliamente por los núcleos ibéricos. Por último, los pinares ocupan suelos silíceos y calcáreos. Los más difundidos son el piñonero, el rodeno o negral y el pino carrasco, los dos primeros en Castilla-León y el último, termófilo y resistente a la aridez, en el Levante.
Las etapas regresivas del querción illicis se producen a través de formaciones pinariegas y de matorrales. Estos últimos pueden representar una primera etapa conservadora o una regresiva. En suelos silíceos y clima relativamente lluvioso y cálido se desarrolla el maquis: formación frutescente y densa formada por madroños, acebo y brezo arbóreo. Por el contrario, en etapa más regresiva, y en condiciones ecológicas más severas, las formaciones rastreras de labiadas (romero, tomillo, espliego, lavanda), con calveros en las etapas más regresivas, ocupan una gran extensión.
3. El área del palmito
Esquivando palmitos en la subida a La Huma (Málaga) |
4. La vegetación de las montañas
Las montañas introducen condiciones distintas a las llanuras: mayor humedad, insolación, temperaturas más bajas, vientos fuertes. Por ello, desde la base hasta las zonas cacuminales existe un cambio en las formaciones y asociaciones vegetales.
En las montañas cantábricas se suceden en altura al roble común, el rebollo, las hayas y la pradera alpinizada. En los Pirineos es más compleja: encinas, alcornoques y pinares en el piso basal; robles y pinos (laricio) en el montano inferior; pino silvestre y hayas, en el medio; abetos y pinos negrales, en el superior; matorrales (rododendro, piorno) y praderas alpinas. En las montañas más meridionales desaparecen las hayas y abetos y se reducen a encinas y robles.