1. Importancia de los fines de la acción educativa
El problema del fin es, indiscutiblemente, el más importante dentro de la teoría educativa. De este problema esencial derivan los problemas de contenido, de método y de organización escolar. La acción educativa supone, pues, un sistema organizado de medios para lograr un fin determinado.
2. La concepción del mundo y la finalidad de la educación
¿Qué es el hombre y qué aspira a ser? Tal es, en esencia, el problema capital de la educación. Todo lo demás se reduce a medios, a problemas de contenidos y de técnicas educativas para alcanzar esa imagen del hombre.
La idea del hombre varia con las épocas y los pueblos, por consiguiente, varia también el concepto de la educación. Por ello, no puede ser dado en conceptos universalmente válidos. Los ideales educativos están vivos, aparecen y desaparecen a través del tiempo, en relación con los ideales de vida de la generación que educa.
3. Clasificación de los fines
El fin general humano y los fines particulares de la educación
Al hablar de fines educativos hay que distinguir entre el fin general, último de la educación, y los numerosísimos fines particulares.
El fin general de la educación es la conquista del ser espiritual que se alcanza en el mundo de la cultura. La educación no puede ser sino un proceso de humanización. Debe preparar al ser para que cumpla su destino de hombre según sus posibilidades y exigencias.
Los fines particulares de la educación son innumerables: fines cívicos, políticos, económicos, éticos, estéticos, utilitarios; fines que tienden al individuo como miembro de una determinada clase social o profesión, fines que conciernen a la vida práctica, etc. Pero todos estos fines particulares han de estar subordinados siempre al fin general de la educación.
Fines inmanentes y fines trascendentes
Los fines de la educación pueden dividirse además en dos clases: los fines inmanentes son aquellos que se dirigen al desarrollo individual (aptitudes, vocación, capacidad), y los fines trascendentes que se imponen desde fuera y están más allá de la individualidad del sujeto (Dios, justicia, verdad, belleza).
Algunas doctrinas pedagógicas (por ejemplo, Rousseau), identifican el fin con el desarrollo: la educación no puede crear nada, no puede imponer ninguna finalidad desde fuera. El fin de la educación no puede buscarse sino en el desarrollo de la vida misma.
Otros pedagogos contemporáneos (por ejemplo, Natorp) postulan fines que miren más allá del mero desarrollo natural y espontáneo. Estos fines deben ser buscados en el mundo de la cultura, en un orden de valores sociales y espirituales superiores al individuo mismo.
El fin general, según Jonas Cohn
Para Jonas Cohn, los fines de la educación dependen de la concepción de la vida, del sentido de la existencia humana, de la opinión que se tenga acerca de los valores. Y entre todos los valores, propone los valores morales, por lo que plantea que la finalidad general de la educación es la moralidad.
Obedecer conscientemente a una ley reconocida objetivamente como justa y que está cimentada en lo más íntimo de uno, significa obrar con autonomía. La heteronomía, en cambio, significa la sumisión ciega a la voluntad ajena, a la ley exterior, sin que ésta esté apoyada por el propio entendimiento. La anomía es la falta de ley, la ausencia de toda norma. Obra con anomía el que obedece a la mera impulsividad, a los instintos, a las fuerzas ciegas de la naturaleza, arbitrariamente.
La formación para la voluntad moral del hombre sólo es posible dentro de una comunidad. El hombre sólo llega al entendimiento de su deber mediante el conocimiento de su posición en un conjunto social y cultural. Desde el punto de vista social, el objeto de la educación será incorporar al individuo a la comunidad histórica a la que pertenece, pero garantizando al mismo tiempo su personalidad autónoma. Es decir, que la educación debe cumplir plenamente dos requisitos: lograr la autonomía del educando y su integración a la comunidad.
El planteamiento de Dewey en el problema de los fines
Dewey modifica sustancialmente la postura tradicional que desvinculaba el proceso, la actividad educativa, del fin mismo. Los fines están implícitos en el proceso educativo; no constituyen algo externo ni agregado. Si la educación tiene un fin, éste no puede consistir en otra cosa que en capacitar al ser joven para continuar su propio desarrollo, para despertar sus capacidades creadoras en la continuidad del proceso formativo. Los fines y los medios están, pues, estrechamente conexionados. Todo medio es un fin hasta su logro. En realidad, los medios no son sino secciones fraccionadas de fines.
Dentro de la pedagogía activista y experimentalista de Dewey, esta concepción acerca de los fines, es, posiblemente, la que más ataques ha recibido por su rechazo de toda aspiración fundamentada en ideales morales superiores y la negación de la existencia de valores absolutos. Así, su posición es muy cercana a la concepción de Rousseau. Sin embargo, hay diferencias fundamentales: para Rousseau, la finalidad de la educación está dado por la naturaleza individual, sin el contexto social que para Dewey tiene toda experiencia.