jueves, 17 de abril de 2014

Platón: El conocimiento

En la concepción platónica conocer consiste en recordar; el conocimiento es reminiscencia (anámnesis); el alma, cuya existencia precede a su unión con el cuerpo, contempló en dicha preexistencia la auténtica realidad, las ideas; mas en el momento de su unión corporal olvidó lo contemplado y, posteriormente, al entrar en contacto por medio de los sentidos (oído, tacto, etc.) con las cosas de este mundo, recuerda las vistas con anterioridad. Por ejemplo, en este mundo observamos caballos más o menos perfectos e imperfectos y, de este modo, nos acordamos del auténtico caballo, del caballo del mundo ideal; en este mundo contemplamos acciones más o menos justas y este hecho hace que recordemos la auténtica justicia, etc.

1. Clases de conocimientos
De igual manera que distinguió dos mundos, uno aparente y otro auténtico, Platón también discernió entre dos clases de conocimientos: el verdadero saber, la auténtica ciencia (epistéme) y la opinión o saber aparente (dóxa).


La escuela de Platón
(mosaico romano)
Según este filósofo, la calidad del conocimiento depende de la naturaleza de los objetos conocidos, de este modo, el conocimiento de los objetos del mundo sensible será también inauténtico o aparente: dóxa. Este tipo de conocimiento nos es suministrado por los sentidos; pero éstos nos engañan. En cambio, cuando el alma logra evadirse de las realidades sensibles y elevarse al mundo de las ideas, entonces tiene lugar el verdadero conocimiento: epistéme.
Así pues, el auténtico conocimiento, la verdadera ciencia (epistéme) se refiere al mundo inteligible, a los seres que siempre son, que ni nacen ni perecen; en cambio, el conocimiento aparente o simple opinión (dóxa) alude al mundo sensible, a las cosas que se encuentran en continuo devenir, que nacen y mueren. De este modo, en paralelo con las distintas clases de seres de cada nivel, Platón distinguía en cada nivel dos tipos de conocimiento, a saber: a) a nivel de la simple opinión, establece la conjetura o imaginación (eikasía), que se limita al conocimiento de las simples apariencias sin intentar penetrar en su sentido, y la opinión plausible (pístis), que tiene por objeto la "comprensión ordenada de las cosas naturales y artificiales"; b) a nivel de la ciencia diferenciada entre el pensamiento discursivo (dianoia) o actividad racional, cuya finalisad son los números, los entes matemáticos; y el conocimiento supremo o ciencia suprema, que pretende captar las ideas en sí mismas.

2. La dialéctica
La ciencia suprema, cuyo objetivo es el conocimiento de la suprema realidad, procede dialécticamente. Sólo puede existir auténtico conocimiento de la verdadera realidad; ahora bien, en el mundo sensible los seres humanos se encuentran enormemente alejados de dicha realidad; se impone, por consiguiente, realizar el esfuerzo adecuado para ascender desde el conocimiento del mundo sensible al conocimiento del mundo inteligible. Esta elevación recibe el nombre de dialéctica.
La dialéctica, pues, consiste, en un primer momento, en ascender cognoscitivamente desde el mundo sensible al mundo inteligible; pero este proceso no basta, y, en segundo lugar, es preciso que una vez llegados al mundo inteligible, continuemos subiendo de idea en idea hasta suprema idea (o lo que es lo mismo, de realidad en realidad hasta la suprema realidad): la Idea de Bien. El motor de la dialéctica es el amor (eros).

Eros, empezando por las cosas bellas de aquí y sirviéndose de ellas como de peldaños, va ascendiendo continuamente: de los cuerpos bellos a las bellas normas de conducta y de las normas de conducta a los bellos conocimientos y, partiendo de éstos, terminar en aquel conocimiento que es conocimiento no de otra cosa, sino de aquella belleza absoluta, para conocer finalmente la belleza en sí.
Platón, El banquete

Para Platón, el citado ascenso cognoscitivo es, al mismo tiempo, una elevación en el ser o, expresado de otro modo, el ascenso es simultáneamente epistemológico y ontológico; pues en él, el alma elevándose hasta la contemplación de las ideas se perfecciona a sí misma, adquiere su auténtico ser. En este aspecto, por tanto, Platón superó a su maestro; en Sócrates la dialéctica consistía en el arte del diálogo, mediante el cual se ascendía en el conocimiento de los datos particulares y sensibles a la esencia universal; en Platón, de distinto modo, se trataba también de una elevación en el ser: en este ascenso el ser humano se realiza, consigue su plena entidad.