Palafitos construidos en el Delta Amacuro (Venezuela) |
Si consideramos la protección contra los enemigos humanos o los animales peligrosos, encontramos el motivo principal que impele al hombre, primitivo o civilizado, a organizar sus fuerzas armadas para la resistencia y la agresión. En ciertos tipos de "hábitat" y bajo condiciones muy elementales de vida, donde la densidad de población es muy baja, resulta también insignificante la necesidad de una organización armada. Se reduce, por lo general, al hecho de que cada varón tenga algunos simples instrumentos para defenderse de los ataques y para llevarlos a cabo por su parte. De acuerdo con la información etnográfica a mano, parece probable que el elemento político, esto es, el recurso de fortalecer el propio punto de vista por medio del argumento de la violencia corporal directa, es poco frecuente y en modo alguno extendido. En nuestra terminología, diríamos que la autoridad política resida primariamente en pequeñas instituciones tales como la familia, el clan o el grupo municipal. El desarrollo de las instituciones militares individuales se produce probablemente en un grado de evolución muy posterior. Lo que nos interesa aquí es que la protección organizada bajo la forma de resistencia, ya a las fuerzas naturales, ya a los seres humanos o a los animales, aparece invariablemente institucionalizada. En otras palabras, tendríamos que estudiar, en cada caso, la instalación material, el equipo de artepactos, el sistema de normas, la organización del elemento humano y la relación de tales grupos con la necesidad biológica de la autopreservación y con las técnicas económicas, jurídicas, educacionales y políticas empleadas. También aquí, la confianza en la ayuda, tanto como el temor al peligro, son habitualmente reinterpretados por la tradición, tanto primitiva como evolucionada, ya en forma de conocimientos científico fundamentado, ya como creencia mitológica o personal o en el sentido de responsabilidad por los mandatos y seres sobrenaturales.