Es la unidad de mayor extensión ya que ocupa las dos terceras partes de la superficie peninsular. Se extiende desde Galicia a la Cordillera Ibérica, desde la Cordillera Cantábrica hasta Sierra Morena, y por el oeste se extiende hasta las Sierras de Gralheira y Caramulo y el Alemtejo portugués.
1. Las montañas interiores
Corresponden a los bloques levantados mediante fallas o grandes deformaciones. Los Montes Galaicos-Leoneses y el Sistema Central son unidades de este tipo; los Montes de Toledo tienen significado distinto.
a) Los Montes Galaico-Leoneses, que se prolongan por las sierras de Queixa y Segundeira y las de Tras-os-Montes, de estilo germánico, son un enorme abombamiento en el que las fallas tienen escaso valor morfológico. Constituyen una enorme unidad de relieve apalachense que culmina a más de 2.000 m. (Teleno). En ella se distinguen las montañas orientales de Galicia (Caurel, Ancares) que terminan bajo los depósitos miocenos de las cuencas de Lugo, Sarria y Monforte; la dovela hundida del Bierzo, recubierta de sedimentos terciarios; y los Montes de León que forman un claro relieve apalachense en el sur (Montes Aquilianos) y una superficie de erosión a más de 1.200 m (Brañuelas) al norte de la Cabrera. Los Montes de León son fosilizados en el este por los depósitos miocenos de la cuenca, que penetran en festón a lo largo de las depresiones labradas en las pizarras y limitadas por los crestones de cuarcitas (Sierras de la Culebra o Cabrera).
Candelario, en la provincia de Salamanca, a los pies de la Sierra de Béjar |
2. Las cuencas sedimentarias castellanas
Con los movimientos alpinos dos extensas áreas, al norte y sur del Sistema Central, tendieron a la subsidencia formándose dos extensas cuencas sedimentarias. El zócalo se hundió a más de 1.000 m. y fueron colmatadas de materiales blandos, detríticos, que procedían de las montañas periféricas; la naturaleza de éstos es diversa, de acuerdo con la procedencia (arenas, arcillas, yesos, calizas), y todos presentan una disposición horizontal o monoclinal. De ahí el predominio de las formas llanas: tabulares o estructurales (páramos, plataformas periféricas: Alcarria), o de erosión como las campiñas (Tierra de Campos o de Pinares). Castilla la Vieja, más extensa se encuentra a 700-800 m.; Castilla la Nueva, más reducida a 600-700 m. El Sistema Central es la solución de continuidad.
3. Las penillanuras
Constituyen el elemento que alcanza mayor extensión dentro del Macizo Central y el que contribuye a dar una mayor complejidad a su estructura morfológica. Son los sectores que apenas experimentaron modificación durante el Terciario. Su origen se remonta a la penillanura de fines del Primario. Se extienden por Galicia (penillanura central a 300-500 m.), oeste de Castilla la Vieja (Sanabria, Aliste, Sayago, Campo Charro, prolongándose por La Beira), y al sur del Sistema Central por el Campo de Calatrava y Extremadura, prolongándose por el Alemtejo hasta la depresión del Ribatejo.
Existen tres tipos de penillanuras en relación con la constitución litológica: las labradas en granito o neis, más rígidas y perfectas (la gallega, Campos de Ledesma y Vitigudino); las modeladas en pizarras, mucho más disecadas y con relieves residuales cuarcitosos (sur de Salamanca); las penillanuras con relieves apalachenses constituidos por cordales de cuarcitas (Sierra de la Culebra, Campo Calatrava). Los Montes de Toledo son un magnífico ejemplo de relieves residuales de tipo apalachense que culminan a 1.500 m.