Es inmensa la cantidad de procedimientos, métodos y técnicas que se utilizan en el proceso orientador. La evaluación del niño, joven o adulto y la recogida de datos exhaustivos acerca de su complejidad como persona se consigue a través de técnicas estandarizadas, como por ejemplo los tests, cuyo uso debe garantizar las condiciones de validez y fiabilidad y cuyo principal objeto es la predicción, selección, clasificación y evaluación de las aptitudes y actitudes del sujeto examinado. Los tests admiten clasificaciones plurales en categorías opuestas; es decir, estandarizados versus elaborados por el profesor, de aplicación individual versus de aplicación colectiva, de velocidad versus de potencia, manipulativos versus de papel y lápiz, objetivos versus subjetivos, y basados en la norma versus basados en el criterio.
El uso de los tests en orientación ha sido muy criticado y aun hoy día -en pleno debate entre lo cualitativo y lo cuantitativo- se escriben ensayos en que se pone en cuestión el valor del uso de los tests y sus limitaciones interpretativas.
También son de gran ayuda las técnicas no estandarizadas, tales como la observación -para la que se precisa un rígido entrenamiento-, los registros anecdóticos, las escalas -de difícil construcción, pero de gran interés por su adaptabilidad a la circunstancia concreta-, los registros acumulativos, los cuestionarios, la entrevista -mucho más simple que la del consejo, en los casos de la orientación escolar-, las autobiografías, las técnicas sociométricas, el estudio de casos o clínico, y otros procedimientos no menos actuales y válidos. Las posibilidades orientadoras de estos procedimientos son óptimas, ya que permiten, y en cierto modo exigen, un contacto altamente personalizado con el cliente.
Finalmente, la organización y planificación de los servicios de orientación ocupa un lugar prioritario en la dinámica tutelar. Para organizar estos programas se reflexiona sobre qué se espera de ellos, cuáles han de ser sus factores diferenciales, cómo es el tipo de escuela, cuáles van a ser los principios organizativos y administrativos idóneos, cuáles las responsabilidades del personal orientador, cómo aprovechar al máximo los recursos de la comunidad, con qué medios económicos y soporte financiero se cuenta y cómo y desde qué perspectivas habrá de evaluarse el conjunto del sistema.