Los historiadores suelen distinguir dos grandes épocas: la Alta Edad Media y la Baja Edad Media. La primera va desde la caída del Imperio romano hasta el siglo XI, aproximadamente, y se caracteriza por el desarrollo y esplendor del sistema feudal; la segunda se distingue por la crisis del feudalismo, la aparición de la burguesía como clase social, el desarrollo de las ciudades y del comercio y el surgimiento de las monarquías nacionales.
El sistema feudal estaba organizado como una estructura piramidal en la que todos eran vasallos unos de otros hasta llegar a la cumbre de la pirámide representada por el emperador. Esto era en teoría, pues, en la práctica, los señores feudales gozaban de autonomía y su poder se basaba en su capacidad de hacer la guerra e imponer sus intereses, dándose el caso de que si bien los señores feudales eran vasallos del rey en el ámbito de un reino, éste, en muchos casos, apenas tenía poder real y debía someterse a los intereses de los nobles.
Este sistema se vasaba en el pacto de vasallaje, según el cual, el vasallo ofrecía una serie de servicios al señor, en forma de trabajar sus tierras o de servicio de armas una serie de días al año, y el señor feudal garantizaba su protección o le concedía una gran extensión de tierras. Esta donación se llamaba feudo. Este pacto, en principio reversible, se fue convirtiendo progresivamente en dominio del señor feudal, sobre sus siervos, al menos en la base de la pirámide.
La estructura social feudal se basaba en la desigualdad radical entre los distintos estamentos a los que se pertenecía por nacimiento. El origen de las personas -la sangre y el linaje- y el patrimonio -posesiones, fincas, derechos, fuentes de recursos económicos y posibilidades de movilizar ejércitos- eran las bases de esa diferenciación social. Esta desigualdad, que suponía diferentes derechos y deberes para cada estamento, estaba consagrada por los valores y la religión del mundo feudal, valores que exaltaban los elevados ideales caballerescos de la guerra y de la nobleza de origen y despreciaban el trabajo manual y la vida servil. Se estableció así un doble ideal: el del caballero y el del monje, que muchas veces acabarían confluyendo en las mismas personas, en la figura de los monjes soldados.
Por influencia de las concepciones religiosas, el mundo terreno era visto como algo fugitivo y despreciable, en comparación con la vida eterna y el más allá. Todo esto suponía un desprecio de lo mundano y, por ello, un importante estancamiento de la ciencia y de la técnica. Sólo en los monasterios se recogió la herencia grecorromana y se realizó una importante recopilación del saber antiguo, si bien su actividad estaba más orientada hacia la teología y la filosofía que hacia la investigación científica. El trabajo de los amanuenses medievales y algunas de las controversias filosóficas, como la del nominalismo, ya en la Baja Edad Media, fueron fundamentales para el despegue científico posterior.
1. La Alta Edad Media
Ya en los momentos finales del Imperio romano, como consecuencia de la crisis económica, se había producido en Roma una ruralización de la vida, lo que se acentuó al hundirse el Imperio y con las invasiones de los pueblos germánicos. El comercio y las ciudades se vinieron abajo y se abrió un período de inseguridad y caos político y administrativo.
En la estructura social de la Alta Edad Media se distinguían tres estamentos: la nobleza o aristocracia (condes, marqueses, etc.), el alto clero (obispos, abades, etc.) y los campesinos (villanos y siervos de la gleba). Los dos primeros estamentos, los privilegiados, tenían el poder real, mientras que los campesinos estaban despojados de todos los derechos y vivían sometidos a los señores feudales.
Desde el punto de vista económico, el feudalismo respondía a una economía autárquica o de subsistencia. El comercio, basado fundamentalmente en la agricultura, prácticamente desapareció o fue muy reducido. Los siervos trabajaban para su propio consumo y en las tierras del señor. El sistema fue evolucionando hacia el arrendamiento de las tierras por las que el señor percibía del vasallo una renta que fue primero en especie y, más tarde, en dinero, lo que garantizaba a los señores unos ingresos estables y la posibilidad de comprar bienes suntuarios procedentes de un comercio que se iba activando, tanto el comercio de largas distancias, con el establecimiento de nuevas rutas comerciales más seguras, con las cruzadas, como el comercio local, que fue despegando al incentivarse el pago en dinero.
Los propios campesinos tuvieron que vender sus productos en los mercados de los burgos con el fin de mejorar sus condiciones de vida. Este despegue del comercio generó un proceso de retroalimentación: los campesinos compraban nuevos aperos a los artesanos de las ciudades con los que hacían más productivos los campos, lo que a su vez posibilitaba nuevas demandas de muebles y enseres, etc., por parte de éstos, en función de sus nuevas posibilidades económicas, lo cual hacía que aumentase la actividad de los gremios y que las ciudades crecieran y demandaran más productos al campo para poder alimentarse, etc., posibilitanto el despegue de una nueva economía, y que el eje económico se desplazara del campo a la ciudad. Surgió así una nueva clase social, la burguesía, que sería clave para la nueva sociedad de la Baja Edad Media.
El crecimiento de la Europa medieval, el auge de la producción agrícola, el desarrollo de las ciudades y la difusión de las monedas se acompañan de una expansión comercial en todos los niveles. La multiplicación de los mercados locales va pareja con el establecimiento de una red internacional. La Europa occidental comercia en particular con el Oriente bizantino y musulmán. Exporta sus telas, sus metales, su plata e importa productos de lujo, como la seda o las especias traídas de Extremo Oriente, o algunas materias primas necesarias para su inductria textil, como el alumbre, un mordiente indispensable para la preparación del teñido de las telas, o de los productos de tinte. El Occidente europeo también comercia con el Occidente musulmán: el trigo de África del Norte o de Sicilia, la lana, el cuero, el coral del Magreb, las telas de Italia o de Cataluña, el oro y las especias de África, la plata europea animan el tráfico. Italia, por su posición geográfica y sus tradiciones, tiene un lugar privilegiado en el comercio internacional, que hizo la fortuna de las grandes ciudades, Venecia, Génova, Pisa o Florencia.
Desde el siglo XII, venecianos o genoveses se organizan, se asocian para llevar a cabo operaciones ultramarinas. Un capitalista suministra los fondos a un comerciante itinerante que aporta su trabajo y, en ocasiones, también una parte de los fondos. Comienza a hacer falta saber contar, repartir los beneficios o las pérdidas en función del contrato.
M. Serres, Historia de las ciencias
2. La Baja Edad Media
Frente a la antigua estructura feudal fragmentada, la Baja Edad Media se caracterizó por un creciente poder de las monarquías nacionales, articulado sobre la base de restárselo al emperador y al papado, desde el punto de vista global, y, a la vez, en el terreno local, consolidar el poder del rey frente a los señores feudales. Para esto, las nuevas monarquías se apoyaron en la burguesía, cuyo poder económico se consolidó al mismo tiempo que se debilitaron las bases del poder feudal.
Desde el punto de vista de la cultura, surgió una concepción más optimista del mundo, que valoraba más las actividades y los bienes materiales, lo que permitió el resurgimiento de las actividades vinculadas con el mundo práctico y una nueva mentalidad más experimental, que dio paso a la ciencia moderna en el siglo XV. Por su parte, las monarquías favorecieron la creación de universidades y el desarrollo de las ciencias y las artes.
Las monarquías nacionales se fueron consolidando sobre la base de crear una administración de justicia para todo el ámbito de su territorio, un ejército estable y una administración fiscal, lo que les permitió enfrentarse con éxito con la nobleza feudal, que lentamente se fue convirtiendo en nobleza de corte, en la que perdieron peso los valores caballerescos y ganaron los aspectos honoríficos.
La revitalización de las ciudades propició un papel más activo de la burguesía y de las actividades comerciales, así como de los artesanos, que se organizaron en gremios que regulaban las actividades productivas (condiciones de trabajo, producción, precios, calidades, etc.) y la transmisión de los saberes prácticos a ellos asociados, por los maestros de cada gremio.
3. Ciencia y tecnología en el mundo árabe
W. C. Dampier, Historia de la ciencia
Mientras en Europa la cultura se encontraba en sus momentos más bajos y se preocupaba sólo en especular sobre cuestiones religiosas, en Constantinopla y en los países situados entre Siria y el Golfo Pérsico florecía una cultura mixta de origen grecorromanojudío. Entre los años 630 y 660, los árabes conquistaron Arabia, Siria, Palestina, Egipto y Persia. A partir del año 750, el califa Abbasid fomentó la traducción de los autores griegos, iniciándose el período de predominio de la cultura árabe que, además de recuperar los conocimientos griegos, añadió sus propias aportaciones, lo cual hizo que, hacia la segunda mitad del siglo VIII, la hegemonía de Europa pasara a Oriente Medio.
Cabe destacar la novedosa labor que los árabes dieron a conocer: la alquimia. Mientra la química primitiva se ocupaba del trabajo de los metales y de la preparación de drogas, los alquimistas alejandrinos del siglo I abordaron los problemas químicos que seis siglos más tarde desarrollaron los árabes. Los árabes estudiaron la alquimia durante setecientos años, transformándola en química, de la cual se derivó la química europea de la Alta Edad Media a través de los árabes españoles. La química científica fue adquiriendo una gran importancia llegando a poner en entredicho la alquimia.
La traducción al árabe de los Elementos, de Euclides, y de la obra Almagesto, de Tolomeo, posibilitó la entrada de la geometría y la astronomía griegas en el mundo árabe. La nueva versión del libro de Tolomeo (830) estimuló a los astrónomos para que, desde su observatorio de Antioquía, calcularan la precesión de los equinoccios e hizo que se trazasen nuevas tablas astronómicas.
4. El período clásico de la ciencia árabe
Se inició en el siglo X con la medicina persa y, más en concreto, con el trabajo de Razes o Bubakar que, entre otras cosas, escribió sobre la viruela y el sarampión. Es considerado el médico más importante del islam y del mundo medieval. A sus muchos tratados sobre enfermedades hay que añadir que aplicó la química a la medicina.
En estudios de química cabe resaltar que los principios del azufre o fuego y del mercurio o líquido constituyen elementos primarios. La teoría de que el azufre, el mercurio y la sal constituían los principios primordiales de las cosas se mantuvo como una alternativa a la teoría de los cuatro elementos de Empédocles hasta 1661. La química científica adquirió una gran importancia llegando a poner en entredicho la alquimia.
Por esa misma época, otro médico, Avicena (980-1037), escribió sobre todas las ciencias conocidas, sobresaliendo su Canon de Medicina, en el que reunió todos los conocimientos antiguos y árabes. En 1650 se adoptó como libro de texto en los cursos de medicina de las universidades europeas de Lovaina y Montpellier.
La cultura árabe llegó a su cenit cuando desde el punto de vista político se eclipsaron las perspectivas de establecer un imperio árabe estable en el siglo XI. A partir de ese momento, la ciencia fue de fabricación europea. España fue el lugar donde dio mejores resultados la aglutinación de las culturas judía, árabe y cristiana: del año 418 al 711 floreció el reino godo occidental, gobernado desde su capital, Toledo, en el que convivieron en armonía y tolerancia los judíos y los cristianos. Al producirse la invasión árabe, se mantuvo esa convivencia, dada su tradición de tolerancia ideológica.
La fama de la escuela hispanoárabe se debió a la obra del cordobés Averroes (1126-1198), quien se impuso como gran autoridad en las universidades de Bolonia, París y Oxford en el siglo XIII, considerando que debía ocupar junto a Aristóteles el puesto de maestro de la demostración.
Córdoba, capital cultural de Europa
Esta complejidad etnicorreligiosa que no facilitaba la convivencia en los núcleos urbanos era, al mismo tiempo, un fertilizante cultural excelente. No hay duda de que todos se beneficiaron con el mestizaje, pero el peso de la aportación lo llevó la cultura árabe. En los reinos cristianos no surgieron figuras de la talla de Averroes, Avicena o Avempace, no hubo matemáticos, filósofos, astrónomos o cirujanos extraordinarios. No quedaron monumentos literarios comparables con los producidos en Al-Andalus por artistas como Ibn Hazm o de Ben Quzmán.
Durante siglos, Córdoba fue la ciudad más culta de Eurorpa. La enciclopédica civilización de los muslimes devolvió al viejo continente algunos de sus tesoros olvidados. Le devolvió, por ejemplo, a los clásicos griegos, que los árabes habían traducido cuidadosamente [...]. El prestigio de Córdoba no se limitaba a la cultura. Por sus fronteras salían mercancías refinadas hacia los mejores palacios y castillos del continente. Su potencia comercial queda patente por el hecho de que los dinares cordobeses eran atesorados hasta en el Báltico. Son siglos en los que la exuberancia y el refinamiento de Oriente chocan frontalmente con el oscurantismo y la ignorancia que reinan en Europa. Los sofisticados príncipes musulmanes, capaces de entender un tratado de álgebra y de escribir inspirados poemas líricos, no comprendían, sin embargo, que los aristócratas cristianos contra los que luchaban fueran orgullosamente analfabetos e incapaces de hacer una sencilla división.
Claro está que, con el tiempo, aprendieron. El siglo XIII coincidiendo con un auge demográfico y económico que también daría lugar a la catedral gótica, alumbra en Europa las primeras universidades [...]. En Bolonia, Oxford o Salamanca comienzan a agruparse maestrosde varias disciplinas que necesitan y producen textos, sabios que manejan con soltura el latín y el árabe, el griego y el hebreo. Son los tiempos, en Castilla, de Alfonso X el Sabio, que acierta a promover las escuelas de traductores de Toledo y Sevilla.
La traducción al árabe de los Elementos, de Euclides, y de la obra Almagesto, de Tolomeo, posibilitó la entrada de la geometría y la astronomía griegas en el mundo árabe. La nueva versión del libro de Tolomeo (830) estimuló a los astrónomos para que, desde su observatorio de Antioquía, calcularan la precesión de los equinoccios e hizo que se trazasen nuevas tablas astronómicas.
4. El período clásico de la ciencia árabe
Se inició en el siglo X con la medicina persa y, más en concreto, con el trabajo de Razes o Bubakar que, entre otras cosas, escribió sobre la viruela y el sarampión. Es considerado el médico más importante del islam y del mundo medieval. A sus muchos tratados sobre enfermedades hay que añadir que aplicó la química a la medicina.
En estudios de química cabe resaltar que los principios del azufre o fuego y del mercurio o líquido constituyen elementos primarios. La teoría de que el azufre, el mercurio y la sal constituían los principios primordiales de las cosas se mantuvo como una alternativa a la teoría de los cuatro elementos de Empédocles hasta 1661. La química científica adquirió una gran importancia llegando a poner en entredicho la alquimia.
Por esa misma época, otro médico, Avicena (980-1037), escribió sobre todas las ciencias conocidas, sobresaliendo su Canon de Medicina, en el que reunió todos los conocimientos antiguos y árabes. En 1650 se adoptó como libro de texto en los cursos de medicina de las universidades europeas de Lovaina y Montpellier.
La cultura árabe llegó a su cenit cuando desde el punto de vista político se eclipsaron las perspectivas de establecer un imperio árabe estable en el siglo XI. A partir de ese momento, la ciencia fue de fabricación europea. España fue el lugar donde dio mejores resultados la aglutinación de las culturas judía, árabe y cristiana: del año 418 al 711 floreció el reino godo occidental, gobernado desde su capital, Toledo, en el que convivieron en armonía y tolerancia los judíos y los cristianos. Al producirse la invasión árabe, se mantuvo esa convivencia, dada su tradición de tolerancia ideológica.
La fama de la escuela hispanoárabe se debió a la obra del cordobés Averroes (1126-1198), quien se impuso como gran autoridad en las universidades de Bolonia, París y Oxford en el siglo XIII, considerando que debía ocupar junto a Aristóteles el puesto de maestro de la demostración.
Monumento a Averroes en Córdoba |
Esta complejidad etnicorreligiosa que no facilitaba la convivencia en los núcleos urbanos era, al mismo tiempo, un fertilizante cultural excelente. No hay duda de que todos se beneficiaron con el mestizaje, pero el peso de la aportación lo llevó la cultura árabe. En los reinos cristianos no surgieron figuras de la talla de Averroes, Avicena o Avempace, no hubo matemáticos, filósofos, astrónomos o cirujanos extraordinarios. No quedaron monumentos literarios comparables con los producidos en Al-Andalus por artistas como Ibn Hazm o de Ben Quzmán.
Durante siglos, Córdoba fue la ciudad más culta de Eurorpa. La enciclopédica civilización de los muslimes devolvió al viejo continente algunos de sus tesoros olvidados. Le devolvió, por ejemplo, a los clásicos griegos, que los árabes habían traducido cuidadosamente [...]. El prestigio de Córdoba no se limitaba a la cultura. Por sus fronteras salían mercancías refinadas hacia los mejores palacios y castillos del continente. Su potencia comercial queda patente por el hecho de que los dinares cordobeses eran atesorados hasta en el Báltico. Son siglos en los que la exuberancia y el refinamiento de Oriente chocan frontalmente con el oscurantismo y la ignorancia que reinan en Europa. Los sofisticados príncipes musulmanes, capaces de entender un tratado de álgebra y de escribir inspirados poemas líricos, no comprendían, sin embargo, que los aristócratas cristianos contra los que luchaban fueran orgullosamente analfabetos e incapaces de hacer una sencilla división.
Claro está que, con el tiempo, aprendieron. El siglo XIII coincidiendo con un auge demográfico y económico que también daría lugar a la catedral gótica, alumbra en Europa las primeras universidades [...]. En Bolonia, Oxford o Salamanca comienzan a agruparse maestrosde varias disciplinas que necesitan y producen textos, sabios que manejan con soltura el latín y el árabe, el griego y el hebreo. Son los tiempos, en Castilla, de Alfonso X el Sabio, que acierta a promover las escuelas de traductores de Toledo y Sevilla.
A. Porlan, La verdadera historia de la (Re)conquista
Europa acogió y asimiló la cultura árabe, a la vez que impulsó las enseñanzas recibidas. La demanda de enseñanza hizo que resultasen insuficientes las escuelas monásticas y catedralicias. Nacieron las primeras universidades: París, Bolonia, Escocia, Oxford, Cambridge y Salamanca.
5. Ciencia y tecnología en la cultura europea
El papel decisivo y el peso económico que la Iglesia tuvo, junto con los reyes y los aristócratas, durante la Alta Edad Media, se percibió en el desarrollo científico-tecnológico. Los grandes propietarios se vieron obligados a realizar innovaciones técnicas para que la explotación agrícola se hiciera más productiva y así hubiera excedentes suficientes para sobrevivir. Esto hizo que se introdujeran mejoras considerables en los utensilios:
- Modificaciones en el arado tradicional romano.
- Cambio en la forma de trabajar los metales que se empleaban para hacer herramientas.
- Innovaciones en los aparejos para mejorar la fuerza de tracción animal.
- Mejora de la industria artesanal textil.
- Aprovechamiento de las fuerzas energéticas mediante la generalización del uso del molino de agua y de viento.
- Solución de problemas arquitectónicos con el empleo de bóvedas y contrafuertes en las grandes construcciones.
El clero medieval se encargó de recopilar y traducir los saberres acumulados por los sabios islámicos, facilitando su difusión. Esto permitió conservar los conocimientos sobre astronomía griega, física, medicina, química, estudios de óptica y matemáticas. Se difundió la enseñanza del número cero (aportado por los hindúes) y se extendieron los números árabes, generalizando el uso de las cuatro reglas de la aritmética.
Paulatinamente se fue introduciendo en el comercio el empleo del dinero, ya que los grandes señores reclamaban a sus arrendatarios campesinos que pagaran en moneda sus tributos. El uso del dinero dio lugar a la usura, al préstamo con interés y a otros tráficos monetarios, de los que surgieron los futuros "banqueros" y los recaudadores de tributos. Contar, pesar y medir era la consigna del nuevo comerciante, con lo cual adquirió importancia la cuantificación, que sería decisiva en el Renacimiento y en épocas sucesivas, fomentando el desarrollo de la física y de las ciencias exactas.
Todo giraba en torno a las ciudades. No es nada extraño que los artesanos emigraran también a ellas desde los monasterios o desde los castillos donde habían trabajado en otro tiempo al amparo de los señores feudales, en calidad de siervos. En las plantas bajas de las casas instalaban sus talleres, que hacían al mismo tiempo el oficio de tiendas al menudeo. Solían agruparse los del mismo gremio en determinado sector de la ciudad, y por eso todavía hay en las grandes poblaciones modernas nombres de calles y plazas procedentes del lugar donde en otro tiempo estaban establecidas las viejas industrias de los plateros, los silleros, los chapineros, los curtidores... Cada gremio elegía su patrono [...], también algunos gremios se atribuían fantásticos antepasados: los barberos, por ejemplo, reconocían como precursor al emperador Augusto, que, según ellos, fue el primero que se hizo afeitar [...]. Estos obreros tenían sus costumbres que luego se recopilaron y se fueron escribiendo a partir del siglo XIII en las llamadas ordenanzas. Según ellas, los oficios se organizaban por una especie de jerarquía cerrada desde aprendiz hasta maestro, en la que sólo podía ingresarse por el más bajo de los grados.
F. Esteve Barba, Historia de la cultura