Relieve romano: Esclavos recogiendo aceitunas, Museo Arqueológico de Córdoba |
De esta forma tan drástica dividía el derecho romano la sociedad. Pero la realidad social tenía más matices, y dentro del grupo de las personas libres había enormes diferencias que permitían establecer una precisa organización en clases sociales.
1. Los hombres libres
Los patricios eran todas las personas que pertenecían a alguna de las cien primeras familias que se instalaron en Roma. Cada una de estas familias pretendía descender de un antepasado divinno, llamado pater, de esta palabra viene el nombre de "patricio".
Todos los patricios que descendían de un mismo antepasado pertenecían a una gens, "estirpe" o "raza familiar", es decir, tenían un mismo nombre gentilicio.
Cada gens constituía una especie de estado autónomo, con sus propios derechos. Las gens, agrupadas en tres tribus, formaban el populus, el pueblo. Y aquí hay que resaltar la diferencia entre "pueblo", con sus leyes y derechos, y "multitud", masa de gente sin ninguna organización ni derechos.
La gens se dividía en familias. Cada familia estaba bajo la autoridad del padre de familia, o paterfamilias. Era quien repartía los bienes y las propiedades.
Los clientes eran ciudadanos pobres de origen extranjero. Estaban bajo la protección de las familias patricias, que los ayudaban económicamente.
Los plebeyos eran los extranjeros de origen italiano vencidos por Roma, que se habían instalado en la ciudad o en los territorios bajo su dominio y que cultivaban las tierras. Al principio no tuvieron derechos políticos, sociales o religiosos. Pero, con el tiempo, consiguieron satisfacer muchas de sus reivindicaciones.
Los libertos eran esclavos que habían comprado la libertad a su amo. La fecha en que se hacía efectiva la compra era un día solemne en el que se celebraba la ceremonia de la manumisión. En ella, el amo ponía su mano encima de la cabeza del esclavo y con ello lo liberaba.
2. Los esclavos
Eran prisioneros de guerra de origen no italiano o hijos de esclavos. Ante la ley eran considerados "cosas" y privados de todo derecho. Su amo podía castigarlos tan duramente como quisiera, incluso azotarlos hasta la muerte.
Con el tiempo, las leyes fueron limitando este poder absoluto del amo sobre sus esclavos. Se llegó a prohibir el maltrato injustificado que ocasionara la muerte.