Los pilares fundamentales sobre los que se asienta la educación, como realidad, como sistema y como proceso, podemos determinarlos en estos cuatro aspectos, entre sí relacionados: hombre, sociedad, cultura y comunicación. Vienen a constituir, también, dimensiones fundamentales de la educación, puesto que se implican en ella y en su modo de manifestarse. Así pues, son basamento o fundamento, incluso de carácter causativo, en cuanto la educación se apoya en ellos para constituirse como hecho, como función, como proceso, y, al mismo tiempo, examinados desde la misma educación, en su modo de darse y caracterizarse, aparecen como dimensiones constitutivas de la misma, implicadas en su proceso y en su realidad.
La educación, en efecto, es un hecho humano, social, cultural y comunicativo. Considerada como sistema -o conjunto de elementos entre sí conexionados, con referencia a un objeto o finalidad- y como proceso -secuencia de funciones o actividades ordenadas a una norma, patrón o valor-, que vendrían a ser, respectivamente, el aspecto estructural y el funcional de su manifestación real, la educación ofrece la misma fundamentación y dimensionalidad. Constituye un sistema y un proceso humano, social, cultural y comunicativo.
Empero hay que resaltar la interrelación que tiene lugar entre estos aspectos, basales y dimensionales. Dicha interrelación se da, efectivamente, entre tales aspectos y entre ellos y la educación; o sea, afectan a la educación y son afectados, a su vez, por ella. Podemos decir, resumiendo, que los procesos humanos, sociales, culturales y comunicativos se implican en la educación, determinándola de algún modo y siendo afectados, al mismo tiempo, por la misma, puesto que el hecho educativo se integra en dichos procesos y los condiciona de alguna manera. La educación, como proceso optimizante, ha de ser promotora de optimización evolutiva en el plano humano, en el plano social, en el cultural y en el de la comunicación.
De ahí la importancia que tiene la caracterización de la educación como sistema abierto, es decir, en conexión interactiva con otros sistemas, de los que participa y a los que confiere su propia virtualidad. Y sus fines, inmediatos y mediatos, sus medios -procedimientos, métodos y técnicas de realización-, sus recursos, sus circunstancias instrumentales, acompañantes y accidentales, sus resultados y consecuencias, es decir, todos sus aspectos sistémicos y procesuales, se integran de algún modo en la dinámica de otros sistemas y provienen inicialmente, preformadamente, de los mismos, aunque la educación los mediatice y transforme en virtud de su peculiar función. Se da, pues, un circuito de interdependencia. Se puede decir que sin el musno sociocultural no habría educación; pero acaso se pueda decir también que sin la educación -enraizada en el hecho humano- no habría mundo sociocultural. La misma implicación se da en el devenir del hombre y en el desarrollo de la comunicación humana.
Como resumen de las notas conceptuales, de las características y dimensiones enunciadas, podemos sistetizar los fundamentos constitutivos de la educación en estos tres planos:
a - en el subjetivo y entitativo, atendiendo a la educabilidad del hombre, capaz de optimizar su desarrollo personal y de integrarse evolutivamente en la sociocultura (fundamento antropológico);
b - en el relacionante y funcional, considerando el aspecto de conducción que la educación implica, en orden a una dirección interior de la conducta y a una posibilitación comunicativa y de guiaje que favorezca la maduración del hombre, su desarrollo adecuado, y, a través de él, de la colectividad humana (fundamento directivo-conductual).
c - en el objetivo y mediador, advirtiendo la formalización operativa que el proceso de la educación supone, tendente a la estructuración de la personalidad, realizador de una interacción entre el hombre, la sociedad y la cultura y conformador de unos medios comunicativo-formativos -cognoscitivos, afectivos y de acción-, que determinarán las manifestaciones múltiples del hecho educativo (fundamento formativo y praxiológico).
Así, el fenómeno de la educación, que es un fenómeno humano, al mismo tiempo que un fenómeno social y cultural, se inscribe en la línea de los fenómenos comunicativos, optimizantes y evolutivos, por su carácter informativo y modulador y por su misma naturaleza dinámica.
Otros aspectos de la educación podrían incluirse, matizadamente, en estas caracterizaciones; así, por ejemplo, su dimensión tecnológica, como también su dimensión económica, evidentemente importantes para explicar su manifestación fenoménica colectiva y su desarrollo sociocultural. Su dimensión prospectiva es, asimismo, fundamental para caracterizar los tres planos mencionados de la educación, para advertir su dinamismo y determinar su acción superadora, hacia un futuro más evolucionado y más digno de la persona y de la humanidad.