miércoles, 12 de marzo de 2014

El proceso de hominización

Desde sus orígenes, el ser humano se ha caracterizado por ser el único animal capaz de tomar distancia de su entorno, analizarlo, comprenderlo y, de esta forma, transformarlo mediante su trabajo y con el auxilio de instrumentos creados para tal fin. Mediante esta transformación del entorno, lo hace suyo, lo adapta a sus necesidades, lo hace habitable.
Este ha hecho posible que el ser humano, un animal con una pobre dotación instintiva y frágil desde el punto de vista físico, se haya convertido en la especie dominante del planeta en un tiempo muy corto si lo comparamos con los ritmos de la naturaleza que requieren miles o millones de años. El ser humano, con su saber y su técnica, ha construido un mundo nuevo a su medida.


 El proceso de hominización 
Cuando se aborda el proceso de hominización, es necesario plantearse qué es lo que caracteriza al ser humano respecto a los primates superiores con los que está emparentado. Los antropólogos han destacado siempre tres rasgos constitutivos de lo humano:
- El Homo faber o la capacidad de manejar utensilios e instrumentos.
- El Homo sapiens o el desarrollo de la capacidad craneal y de la inteligencia.
- El Homo socialis o la capacidad de vivir en una organización social compleja.

1. El Homo faber
El manejo y la creación de instrumentos han sido señalados como elementos claramente distintivos del hombre. Si bien otros animales se valen de distintos instrumentos muy rudimentarios, no es comparable a la actividad humana. Por ejemplo, los chimpancés usan piedras para romper las cáscaras de ciertos frutos, o se sirven de briznas para cazar termitas. Sin embargo, el hombre no sólo se sirve de elementos de la naturaleza como ayuda, sino que los modifica, convirtiéndolos en instrumentos, en objetos creados para un fin determinado. No solamente utiliza una piedra para cascar una nuez, sino que la altera y le da forma de un modo más o menos rudimentario, de manera que sea más adecuada a la función que va a realizar.
El ser humano es así, primariamente, un "manipulador", un "hacedor" o fabricante de cosas, alguien que transforma su entorno para hacerlo más adaptado a sus necesidades. Según los antropólogos, para que esto se diese, era necesario la liberación de las manos, principal instrumento manipulador; por tanto, la condición bípeda era esencial en ese proceso evolutivo.
La postura erguida de forma permanente supuso una reestructuración de toda la estructura corporal. Con ello, las manos se liberaron y la boca se volvió más frágil al librarse de su función primordial de morder y rasgar, que pasó a realizarse con las manos. La mandíbula pudo bajar en la estructura del cráneo, haciendo posible una cara más plana y un aumento de la capacidad craneal.


2. El Homo sapiens
La posibilidad de crear instrumentos, no sólo de servirse de ellos, se basa en la capacidad de abstraer e imaginar las consecuencias de las acciones, capacidad de analizar distintas alternativas de acción y escoger la que se ajuste mejor al fin perseguido, y generalizar esa acción a otras situaciones similares. Sólo así se puede idear un instrumento adecuado y fabricarlo. Por eso es difícil determinar si es primero el Homo faber o el Homo sapiens.
El Homo faber es, a la vez, Homo sapiens, es decir, alguien capaz de reflexionar, de tomar distancia de la realidad y de responder no de un modo inmediato a los estímulos que se le presentan, sino al significado que éstos adquieren o a las posibilidades de acción para alcanzar otros objetivos. Por eso es importante analizar las relaciones que hay entre el hombre y su mundo.

3. La relación del hombre con su mundo
Para comprender la interacción entre el hombre y su entorno hay que analizar el tipo de interacciones que se pueden establecer:
- Relaciones causales entre objetos, relaciones causa-efecto (C-E). Son propias del estudio de la Física. En ellas, la causa determina plenamente el efecto que se produce siempre del mismo modo si las condiciones en que actúa la causa se mantienen constantes. Si se analiza la causa, puede predecirse el efecto, sin posibilidad de error.
- Relaciones estímulo-respuesta (E-R). Aquí no se habla de causa, sino de estímulo, pues se dirige a un receptor y, por eso, el efecto está condicionado por las características de aquél: su sensibilidad, configuración biológica, aprendizaje, etc. El grado de necesidad del efecto es menor. Se trata del tipo de relación que mantienen los animales con su entorno. Cuando un animal percibe un estímulo, éste está en función de su aparato o sistema cognitivo; unos animales perciben unos estímulos y otros no. La respuesta dependerá de su aparato instintivo, de su herencia genética y de los comportamientos a él asociados; también dependerá, de forma secundaria, de la biografía del animal, es decir, de su aprendizaje.
- Relaciones estímulo-símbolo-respuesta (E-S-R). La persona no responde directamente al estímulo, sino que lo transforma en símbolo, es decir, en algo dotado de significaciones distintas. Por tanto, la respuesta no depende del estímulo, sino de los significados que éste adquiera. La indeterminación acerca de la respuesta se multiplica, pues es un proceso reflexivo en el que intervienen, por este orden, su bagaje biológico instintivo, su biografía personal y su aprendizaje social, es decir, todo el mundo de valores y normas sociales, su cosmovisión, la cultura recibida y la elaboración e interpretación que ella hace de la situación. Esto es debido a que el estímulo no adquiere significado por sí mismo, sino en su relación con el entorno en que se inserta y por la situación tal como es definida y no sólo por la relación entre el sujeto y el objeto, sino con los demás sujetos. Lo que los otros aprueben o rechacen, lo que esperan que se les responda, etc., va a determinar la respuesta, la cual varía y se transforma según se redefinen los significados que adquiere el estímulo para el individuo. Estamos, pues, en el ámbito de la libertad, en el que la persona no está predeterminada a una respuesta, sino que toma distancia y responde a las múltiples significaciones que adquiere el estímulo para ella.

4. El Homo socialis
El ser humano se caracteriza por ser un animal social. Sin la sociedad no podría subsistir, por lo que el proceso adaptativo no es nunca un proceso individual, sino grupal. Al nacer, la persona es un ser inmaduro, nace varios meses antes de finalizar su gestación porque gran parte de ella se realiza en la interacción con los demás miembros del grupo al que pertenece. La mayoría de los animales nace con su constitución biológica básicamente acabada y, al poco tiempo, son capaces de valerse por sí mismos. Por el contrario, el ser humano tarda varios años en alcanzar la madurez biológica e intelectual necesaria para ser autosuficiente.
Puede afirmarse que, como dijo Aristóteles, el hombre es un ser social por naturaleza. Sin la sociedad, sin el grupo de sus más allegados que le protegen y le cuidan, el ser humano apenas podría sobrevivir unas horas. El recién nacido necesita el cuidado de su familia, tanto desde el punto de vista biológico -alimento, protección, cobijo, etc.-, como desde la perspectiva de su maduración intelectual y afectiva. Se ha demostrado que niños que crecen en ausencia de estímulo y afecto de su entorno presentan graves carencias intelectuales y cognitivas, retrasos en el lenguaje, dificultades de aprendizaje, etc. A través de su entorno familiar aprenden a relacionarse con el mundo, a conocerlo y a responder de forma adecuada a sus exigencias. El niño madura, a la par, biológica y socialmente, y el aprendizaje social se inscribe en su propia estructura biológica.
 Fotogramas de El pequeño salvaje (1969),
de François Truffaut
 
Al nacer, el ser humano presenta una estructura fisiológica y genética eminentemente plástica y abierta. Mediante el aprendizaje se va configurando de un modo definitivo. Esto se puede comprobar al observar el fenómeno de los "niños lobo": los niños que, por alguna circunstancia, han sobrevivido al margen de la sociedad y han crecido arropados por algunos animales, acaban adquiriendo los hábitos y el comportamiento de los animales y, una vez alcanzada cierta edad, es prácticamente imposible recuperarlos para una vida social y humana normal. El niño criado entre lobos se vuelve lobo. Por el contrario, un lobo criado entre ovejas no dejará nunca de ser lobo. La razón fundamental es que lo que el hombre es depende fundamentalmente del aprendizaje, mientras que lo que el lobo sea dependerá de la conducta inscrita en los genes.
Todo lo que la persona es lo realiza socialmente. Es una falsedad pensar en el ser humano como individuo aislado y abstracto al margen de sus lazos y de su constitución social. Por eso, la actividad humana en todos los campos está marcada por su dimensión social.