lunes, 2 de mayo de 2022

Homero el educador

Homero, como todos los grandes poetas de Grecia, no debe ser considerado como simple objeto de la historia formal de la literatura, sino como el primero y el más grande creador y formador de la humanidad griega. Ya nos contaba Platón que era una opinión muy extendida en su tiempo la de que Homero había sido el educador de la Grecia toda.

La concepción del poeta como educador de su pueblo, en el sentido más amplio y más profundo, fue familiar desde el origen, y mantuvo constantemente su importancia. Y ello se debe a la siguiente característica del primitivo pensamiento griego: la estética no se halla separada de la ética. El proceso de su separación fue relativamente tarde.

Se imponen aquí algunas observaciones sobre la acción educadora de la poesía griega en general y, de un modo muy particular, de la de Homero. La poesía sólo puede ejercer esta acción si pone en vigor todas las fuerzas estéticas y éticas del hombre. Y sólo puede ser propiamente educadora una poesía cuyas raíces penetren en las capas más profundas del ser humano. La poesía griega, en sus formas más altas, no nos ofrece simplemente un fragmento cualquiera de la realidad, sino un escorzo de la existencia elegido y considerado en relación con un ideal determinado.

Por otra parte, los valores más altos adquieren generalmente, mediante su expresión artística, el significado permanente y la fuerza emocional capaz de mover a los hombres. El arte tiene un poder ilimitado de conversión espiritual. De ahí que la poesía aventaje a toda enseñanza intelectual y a toda verdad racional, pero también a las meras experiencias accidentales de la vida espiritual. Es más filosófica que la vida real; pero, es, al mismo tiempo, por su concentrada realidad espiritual, más vital que el conocimiento filosófico.

El hecho de que Homero, el primero que entra en la historia de la poesía griega, se haya convertido en el maestro de la humanidad entera, demuestra la capacidad única del pueblo griego para llegar al conocimiento y a la formulación de aquello que a todos nos une y a todos nos mueve.

Homero es el representante de la cultura griega primitiva. Su obra tiene un gran valor como "fuente" de nuestro conocimiento histórico de la sociedad griega más antigua.

Homero nos ofrece múltiples descripciones de los antiguos aedos, cantores griegos que se acompañaban de la cítara, de cuya tradición artística ha surgido la épica. El propósito de aquellos cantores era mantener vivos en la memoria de la posteridad los hechos de los hombres y de los dioses. Pero el cantor no se limita a referir los hechos: alaba y ensalza cuanto en el mundo es digno de elogio. Los mitos y las leyendas heroicas constituyen el tesoro inextinguible de los ejemplos y modelos de la nación. De ellos saca su pensamiento, los ideales y normas para la vida.

Los mitos sirven pues de instancia normativa y tienen validez universal. No tienen por tanto un carácter meramente ficticio. A su vez, la épica constituye un mundo ideal, y este elemento de idealidad se halla representado en el pensamiento griego primitivo por el mito. Todo lo bajo, despreciablemente innoble, es suprimido del mundo épico.

No hay en Homero una simple aceptación pasiva de las tradiciones, ni mera relación de los hechos, sino un desarrollo íntimo y necesario de las acciones que se suceden paso a paso, en inviolable conexión de causas y efectos. La acción no se despliega como una inconexa sucesión temporal. Rige en ella siempre el principio de razón suficiente. Toda acción tiene una vigorosa motivación psicológica.

Pero tampoco Homero es un autor moderno que lo considere todo simplemente en su desarrollo interno, como una experiencia o fenómeno de la conciencia humana. En el mundo en que vive, nada grande ocurre sin la cooperación de una fuerza divina. Ahora bien, esto no excluye que el hombre actúe conforme a su propia voluntad: en realidad, en el pensamiento homérico, hay una acción recíproca, una duplicidad peculiar: toda acción debe ser considerada, al mismo tiempo, desde el punto de vista humano y desde el punto de vista divino.

La intervención de los dioses en los hechos y los sufrimientos humanos obliga al poeta griego a considerar siempre las acciones y el destino humanos en su significación absoluta, a subordinarlos a la conexión universal del mundo y a estimarlos de acuerdo con las más altas normas religiosas y morales.

Por otra parte, se revela con la mayor claridad el contraste de la concepción del mundo puramente teomórfica de los pueblos orientales, para la cual sólo Dios actúa y el hombre es sólo el objeto de su actividad, con el carácter antropocéntrico del pensamiento griego. La epopeya griega contiene ya en germen a la filosofía griega.
La humanidad y la proximidad de los dioses griegos llevaba a una raza, que se sabía, con plena conciencia de su orgullo aristocrático, íntimamente emparentada con los inmortales, a considerar que la vida y las actividades de las fuerzas celestes no eran muy distintas de las que se desarrollaban en su existencia terrena.

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