jueves, 10 de noviembre de 2022

Hesíodo y la vida campesina

Al lado de Homero colocaban los griegos, como su segundo poeta, al beocio Hesíodo. En él se revela una esfera social completamente distinta del mundo de los nobles y su cultura. Especialmente el último de los poemas conservados de Hesíodo y el más arraigado a la tierra, los Erga, ofrece la pintura más vivaz de la vida campesina de la metrópoli al final del siglo VIII a.C. y completa, de un modo esencial, la representación de la vida más primitiva del pueblo griego. Homero destaca, con la mayor claridad, el hecho de que toda educación tiene su punto de partida en la formación de un tipo humano noble que surge del cultivo de las cualidades propias de los señores y de los héroes. En Hesíodo se revela la segunda fuente de la cultura: el valor del trabajo. El título Los trabajos y los días, que la posteridad ha dado al poema didáctico y campesino de Hesíodo, expresa esto de un modo perfecto. El heroísmo no se manifiesta sólo en las luchas a campo abierto de los caballeros nobles con sus adversarios. También tiene su heroísmo la lucha tenaz y silenciosa de los trabajadores con la dura tierra y con los elementos. No en vano ha sido Grecia la cuna de la humanidad que sitúa en lo más alto la estimación del trabajo. No debe inducirnos a error la vida libre de cuidados de la clase señorial en Homero: Grecia exige de sus habitantes una vida de trabajo. 

Heródoto expresa esto mediante una comparación con otros países y pueblos más ricos:


Grecia ha sido en todos los tiempos un país pobre. Pero en ello funda su areté. Llega a ella mediante el ingenio y la sumisión a una severa ley. Mediante ella se defiende Hélade de la pobreza y de la servidumbre.


Su campo se halla constituido por múltiples estrechos valles y paisajes cruzados por montañas. Carece casi en absoluto de las amplias llanuras fácilmente cultivables del norte de Europa. Ello le obliga a una lucha constante con el suelo para arrancarle lo que sólo así le puede dar. La agricultura y la ganadería han sido siempre las ocupaciones más importantes y más características de los griegos. Sólo en las costas prevaleció más tarde la navegación. En los tiempos más antiguos predominó en absoluto el estado agrario.


Pero Hesíodo no nos pone sólo ante los ojos la vida campesina como tal. Vemos también en él la acción de la cultura noble y de su fermento espiritual –la poesía homérica sobre las capas más profundas de la nación. El proceso de la cultura griega no se realiza sólo mediante la imposición de las maneras y formas espirituales creadas por una clase superior sobre el resto del pueblo. Todas las clases aportan su propia contribución. El contacto con la cultura más alta, que recibe de la clase dominante, despierta en los rudos y toscos campesinos la más viva reacción. En aquel tiempo eran heraldos de la vida más alta los rapsodas que recitaban los poemas de Homero. En el preludio de la Teogonía, cuenta Hesíodo cómo fue llamado a la vocación de poeta; cómo siendo un simple pastor y apacentando sus rebaños al pie del Helicón, recibió cierto día la inspiración de las musas. 


Gracias a sus descripciones, podemos representarnos claramente el estado del campo en tiempos de Hesíodo. Aunque no sea posible, en un pueblo tan multiforme como el griego, generalizar a partir del estado de Beocia, sus condiciones son, sin duda, en una amplia medida, típicas. Los poseedores del poder y de la cultura son los nobles terratenientes. Pero los campesinos tienen, sin embargo, una considerable independencia espiritual y jurídica. No existe la servidumbre y nada indica ni remotamente que aquellos campesinos y pastores, que vivían del trabajo de sus manos, descendieran de una raza sometida en los tiempos de las grandes emigraciones. Se reúnen todos los días en el mercado y discuten sus asuntos públicos y privados; critican libremente la conducta de sus conciudadanos y aun de los señores preeminentes.


Para Hesíodo, el mundo heroico pertenece a otro tiempo distinto y mejor que el actual, “la edad de hierro”, que pinta en los Erga con colores tan sombríos. Nada es tan característico del sentimiento pesimista del pueblo trabajador como la historia de las cinco edades del mundo que empieza con los tiempos dorados, bajo el dominio de Cronos, y conduce gradualmente, en línea descendente, hasta el hundimiento del derecho, de la moral y de la felicidad humana en los duros tiempos actuales. En semejante ambiente, no es posible que surja un puro ideal de educación humana, como ocurrió en los tiempos más afortunados de la vida noble. Tanto más importante es averiguar qué parte ha tomado el pueblo en el tesoro espiritual de la clase noble y en la elaboración de la cultura aristocrática para adoptarla y convertirla en una forma de educación adecuada al pueblo entero. Es decisivo para ello el hecho de que el campo no ha sido todavía conquistado y sometido por la ciudad. La cultura feudal campesina no es todavía sinónimo de retraso espiritual. “Campesino” no significa todavía “inculto”. Incluso las ciudades de los tiempos antiguos, especialmente la metrópoli griega, son principalmente ciudades rurales.

Aunque aún no existe un pensamiento ciudadano que todo lo iguale, sí es verdad que la vida espiritual más alta en el campo sale naturalmente de las capas superiores. Hesíodo se desarrolló en un ambiente campesino y trabajó en el campo, pero se educó en el conocimiento de Homero. De hecho, su poema se dirige, en primer término, a aquellos oyentes que entienden el lenguaje artístico de Homero, que él mismo emplea. Toda elaboración poética de Hesíodo se sujeta sin vacilación a las formas estilizadas de Homero. Toma de Homero versos enteros y fragmentos, palabras y frases.

No obstante, el poema de Hesíodo nos permite conocer con claridad el tesoro espiritual que poseían los campesinos beocios, independientemente de Homero. Hesíodo recoge un sinfín de narraciones, mitos y reflexiones -religiosas, éticas y sociales-, y muchas veces no resulta fácil distinguir qué pasajes están elaborados de manera poética y cuáles responden a una simple tradición oral. En definitiva, el poema de Hesíodo constituye la filosofía entera de aquellos hombres.

Al lado de los mitos, posee el pueblo su antigua sabiduría práctica, adquirida por la experiencia inmemorial de múltiples generaciones. Consiste en parte en los conocimientos y consejos profesionales, en normas sociales y morales, en breves fórmulas conservadas en la memoria: viejas reglas sobre el trabajo en el campo en las diferentes épocas del año, una meteorología con preceptos sobre el adecuado cambio de los vestidos y reglas para la navegación, todo ello rodeado de sentencias morales sustanciosas y de prohibiciones. Se trata, ante todo, de poner en valor los elementos culturales de los campesinos, para los cuales escribió.

El espíritu del campesino no tiene mucho que ver con las armas, las palabras, las canciones y los hechos del ideal caballeresco. Pero ambos mantienen una ética vigorosa, permanente e inmutable a través de los siglos, que se refleja en la vida material y en el cumplimiento del trabajo diario de los campesinos.

En Hesíodo se introduce por primera vez el ideal que sirve de punto de cristalización de todos los elementos griegos y adquiere una elaboración poética en forma de epopeya: la idea del derecho. En los Erga, Hesíodo despliega una fe apasionada en el derecho. La gran novedad de estos poemas es que el poeta habla en primera persona. Abandona la tradicional objetividad de la epopeya y se hace el portavoz de una doctrina que maldice la injusticia y ensalza el derecho.

Para el poeta, las leyes permanentes rigen el orden del mundo, enunciadas en forma religiosa y mítica; es decir, el derecho está protegido por fuerzas divinas. En la primera parte del poema se revela la creencia religiosa de que la idea del derecho se halla en el centro de la vida. Este elemento ideológico no es, naturalmente, un producto original de la vida campesina primitiva. La fuente más antigua es Homero: en él se halla contenido el primer elogio de la justicia. En la Odisea hallamos la creencia de que los dioses son guardianes de la justicia y de que su reinado no sería, en verdad, divino, si no condujera, al fin, al triunfo del derecho. También en la Ilíada hallamos la creencia de que Zeus promueve terribles tempestades en el cielo cuando los hombres conculcan la justicia en la tierra. Sin embargo, estas huellas que gobiernan la Odisea o la Ilíada se hallan muy lejos de la pasión religiosa de Hesíodo, el profeta del derecho. Para él, el derecho es la raíz de la cual ha de surgir una sociedad mejor.

En los Erga, la idea del derecho de Hesíodo penetra toda la vida y el pensamiento de los campesinos. Mediante la unión de la idea del derecho con la idea del trabajo, consigue dotar de espiritualidad la educación y la vida de los campesinos. El trabajo es ensalzado como el único, aunque difícil camino, para llegar a la areté. No se trata de la areté guerrera de la antigua nobleza, fundada en la riqueza, sino la del hombre trabajador. Con el sudor de su frente debe ganar el hombre su pan. Pero esto no es una maldición, sino una bendición. Hesíodo quiere poner, al lado de la educación de los nobles, tal y como se reflejó en la epopeya homérica, una educación popular, una doctrina de la areté del hombre sencillo. La justicia y el trabajo son los pilares en que descansa.

El trabajo no es ninguna vergüenza. La ociosidad sí es una vergüenza. Si trabajas te envidiará el ocioso por tu ganancia. A la ganancia sigue la consideración y el respeto. En su condición, el trabajo es lo único justo, sólo con que cambies tu atención de la codicia de los bienes ajenos y la dirijas a tu propio trabajo y cuides de su mantenimiento, tal como te lo aconsejo.

El orden maravilloso que domina la totalidad de esta vida y el ritmo y la belleza que otorga, se deben a su íntimo contacto con la naturaleza y su curso inmutable y su constante retorno.

Aunque el contenido del poema sólo sea comprensible y aplicable para los campesinos y el trabajo del campo, los valores morales implícitos en aquella concepción de la vida se hacen accesibles, de una vez para siempre, a todo el mundo. Claro es que la concepción agraria de la sociedad no dio el sello definitivo a la vida del pueblo griego. La cultura griega halló en la polis su forma más peculiar y completa, pero conserva de la cultura campesina un trasfondo espiritual. De tanta o mayor importancia es el hecho de que el pueblo griego considere ya para siempre a Hesíodo como un educador orientado en el ideal del trabajo y de la justicia estricta y que, formado en el medio campesino, conserve su valor aun en situaciones sociales totalmente diversas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario