lunes, 2 de noviembre de 2020

Epícteto, un sabio estoico

Si quieres conservar también tus bienes exteriores, el cuerpecito, tus pequeñas propiedades y tu honrilla, te advierto: prepárate con toda la preparación posible y además observa tanto el talante del juez como el de tu oponente: si hay que abrazarle las rodillas, abrázale las rodillas; si hay que llorar, llora; si hay que gemir, gime. Y cuando te sometas a los bienes exteriores, se esclavo en adelante y no andes cambiando de idea, ahora queriendo ser esclavo, ahora no queriendo, sino simplemente elige claramente o lo uno o lo otro: o libre o esclavo, o sabio o inculto, o gallo con raza o sin ella, o aguantas los golpes hasta morir o ríndete de inmediato. No sea que tras aguantar muchos golpes termines rindiéndote.

Epícteto (55-135 d.C.)
Pero si esta conducta te parece vergonzosa, haz ahora mismo la distinción: ¿en dónde reside la esencia de los males y de los bienes? En donde resida también la verdad. Pero donde esté la verdad, allí también se encuentra la naturaleza. Y donde se encuentra la verdad, allí está también la prudencia y donde se encuentra la naturaleza, allí está la verdad. ¿O te parece que si Sócrates hubiera querido conservar sus bienes exteriores habría dicho en su juicio: "A mí Ánito y Meleto pueden matarme, pero no perjudicarme"? ¿Iba a ser tan insensato que no supiera que este camino no conducía a los bienes, sino a otra parte?, no se puede andar a medias tintas, como mi amigo Heráclito, que tenía ciertas complicaciones con una finquita en Rodas y tras haber mostrado a los jueces que reclamaba con justicia, al llegar al final del discurso dijo. "Pero ni os suplicaré ni me importa lo que vayáis a fallar: más bien sois vosotros los juzgados que yo". Y así echó a perder el asunto. ¿Qué necesidad había? Simplemente, no pidas y no añadas el "y yo no estoy pidiendo", a menos que sea una ocasión oportuna para irritar a los jueces, como en el caso de Sócrates.

Epícteto, Disertaciones

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