La enseñanza debe constituir en cada país un todo unificado desde los niveles más elementales a los superiores. Debe responder a un conjunto coherente, equilibrando los diversos componentes y teniendo en cuenta tanto las demandas de la sociedad como los recursos disponibles; sin olvidar, como es lógico, a los destinatarios. Son, pues, los alumnos y sus necesidades quienes deben estar en el centro de todo sistema educativo.
¿Qué entendemos por sistema? "Un conjunto de atributos amén de la historia de los cambios que ocurren por la mutua interacción" (N. Moray, 1967), o bien "un conjunto de elementos en interacción" (L. Bertalanffy, 1973). Partiendo de estas afirmaciones y siguiendo a Alejandro Sanvisens (1972), podemos considerar que:
El hecho educativo y por ende el sistema que lo representa, se inserta en un medio humano y sociocultural a su vez complejo, multiforme, en cuya funcionalidad intervienen entre otros factores más o menos determinativos la misma educación como hecho, al tiempo que éste es influido y en muchos aspectos determinado, por dicho medio contextual y ambiental.
Si queremos avanzar el análisis del sistema educativo debemos preguntarnos por los inputs, los componentes del proceso y los outputs. Entre los factores de entrada o inputs hallamos los alumnos, los profesores y los recursos materiales. ¿Y cuál es la problemática general que presentan estos elementos?
Referente a los alumnos: el rápido aumento de la demanda social de educación y por lo tanto de la tasa de matriculación en todos los niveles, con el consiguiente desnivel entre la demanda social y la capacidad educativa tanto en la posibilidad de plazas escolares (con sus secuelas: clases que sobrepasan los índices de calidad, selectividad, etc.), como en la absorción social de graduados (problemas del paro y del subempleo).
En lo que concierne a los maestros, hay escasez de profesores bien cualificados en algunas áreas y deficiencias en la capacitación pedagógica de los mismos.
La problemática principal que representan los recursos materiales es que la educación es una industria de costes crecientes, cuya eficacia en la mejora cualitativa de la enseñanza no aparece clara.
Como componentes del proceso educativo podemos considerar los citados por P. H. Coombs (1971): 1) Propósitos y prioridades; 2) Estudiantes; 3) Dirección; 4) Estructura y horario; 5) Contenidos; 6) Profesores; 7) Material didáctico; 8) Edificios; 9) Tecnología; 10) Controles; 11) Investigación; y 12) Costos. Y finalmente, los mismos estudiantes, variados por el proceso, serán los outputs.
Estos componentes del proceso actuarán sobre los inputs que se tomen en cuenta (generalmente los estudiantes), y producirán resultados de la enseñanza (sobre los propios estudiantes) de cierto criterio o nivel de aceptabilidad que será medido, bien por criterios internos (establecidos por el propio centro o sistema), bien por criterios externos (establecidos por la sociedad o por personas ajenas al centro o sistema).
Esta interacción entre el sistema educativo y la sociedad es fundamental, porque cualquier modificación en uno de sus aspectos conlleva necesariamente modificaciones en los demás, ya que las relaciones entre unos y otros son la clave de su funcionamiento y afectan a los resultados, o bien para obtener parecidos resultados hay que modificar algunos otros de sus componentes. Veamos el clásico gráfico de Coombs:
Los alumnos se incorporan al sistema educativo a una determinada edad (a partir de la cual, y en cada país, se considera la enseñanza obligatoria y en la mayoría gratuita) y van recorriendo sus diversos grados, cursos o años agrupados formando niveles: primario, secundario y terciario o superior de acuerdo con la edad de los estudiantes o la superación de determinados niveles académicos.