El campesino vivía en una choza de adobe de una sola habitación, iluminada por un ventanuco por donde salían los humos del hogar. Únicamente comía carne ahumada o en salazón en fechas señaladas y en época de matanza. Condimentaba mucho los alimentos con especias para enmascarar su mal gusto. Apenas disponía de agua para beber y lavarse y tenía que trabajar de sol a sol para alimentar a sus hijos.
Los monjes vivían en monasterios; se dedicaban a rezar, pero también al trabajo intelectual y a las tareas agrícolas. Alrededor del claustro se situaban las celdas (habitaciones de los monjes), la iglesia, el refectorio (comedor), la biblioteca, los talleres, la cocina, el molino, el granero, los establos, la forja, la enfermería, la hospedería (habitaciones para huéspedes) y, finalmente, los jardines y huertas.
La campana repicaba ocho veces al día llamando a oración. La dieta de los monjes era muy ligera. Dormían en un camastro en su pequeña celda; el frío era constante entre los muros del monasterio.
Algunos nobles, siguiendo la moda del momento, calzaban zapatos de un tamaño hasta tres veces mayor que la longitud de su pie. Para evitar el mal olor, pues se bañaban una o dos veces al año, usaban una mezcla de almizcle, clavo y nuez moscada.
Los banquetes eran amenizados por juglares y trovadores. Comían con las manos, procurando utilizar los tres primeros dedos; empleaban una escudilla por pareja y cubiletes para beber.
Cuando no había festejos, las mujeres vivían enclaustradas en sus habitaciones, dedicadas a la costura y la oración.
Con las Cruzadas, Occidente entró en contacto con la vida oriental: comenzaron a construirse lujosos palacios para los nobles y los reyes, rodeados de jardines por donde discurría el agua. Los hombres y las mujeres se adornaban con sedas y joyas, y el baño y los perfumen entraron a formar parte del aseo diario. Las comidas se sazonaban con especias exóticas, y los postres consistían en frutas variadas, desconocidas en Europa. Los adornos y vajillas eran de porcelana y cristal. La luz y el color invadieron todas las estancias de los palacios y de las casas acomodadas.