El objeto de la antropología pedagógica es el proceso de formación con sus presupuestos y factores, en cuanto procesos de la génesis humana.
Una antropología pedagógica basada en el proceso de formación humana tiene que abarcar así la línea teorética de ideas directrices y presupuestos antropológicos, como la línea práctica de señalar el itinerario operativo que sigue este devenir humano, dentro del desarrollo natural. De la línea teorética saldrán las orientaciones humanas de la antropología pedagógica; de la línea práctica dependerá el señalar los pasos operativos que hacen posible la configuración humana del hombre y su inserción en el mundo.
No compartimos la opinión de los que creen que una antropología pedagógica basada en la teoría de la formación arranca de fuentes éticas o de planteamientos basados en un sistema de valores de índole filosófica, y alejada del razonamiento y de la verificación empírica y científica. Tampoco aceptamos que tal teoría humanística sea idealista o que esté desligada de las realidades existenciales condicionantes.
Entendemos el proceso de formación como un despliegue de las fuerzas interiores del yo hacia el mundo exterior, por el impulso autorrealizador de cada educando. Lo cual no es óbice para que el educador trate de poner a disposición del educando todos los medios exteriores de ayuda activa para facilitar este devenir humano de cada individuo.
Tal proceso de formación, por referirse al hombre en el mundo, tiene lugar en el intercambio con el mundo en que vive, y no puede darse en solitario dentro del sujeto. De nuevo reafirmamos y aseguramos así la implicación social de este modelo de antropología pedagógica.
Aun siendo constitutiva de la formación y génesis humana la relación del hombre con el mundo, esta relación fácilmente puede decantarse o agudizar su preferencia por uno y otro de estos dos polos: el hombre o el mundo. De ahí la necesidad de abarcar equilibrada y simultáneamente ambos polos, dentro de una antropología pedagógica que quiera evitar el humanismo individualista e idealista, y a la vez el sociologismo impersonal o culturalismo historicista. Ambos extremos nos alejarían igualmente de la realidad humana existencial.
Nuestro modelo de antropología pedagógica trata de delinear, apoyar y facilitar esta génesis humana del hombre. Es decir, el proceso de hacerse persona o de convertirse en persona. Aspira a encontrar el camino o "programa" de la formación del hombre para que sea plenamente, en cuanto es posible, humano.
El proceso o génesis humana discurre por una doble línea simultánea: la interior, de desarrollo e integración de las fuerzas anímicas internas, y la exterior, de integración con el mundo externo que abarca tanto las personas como las ideas y las cosas. Ambas líneas son, por consiguiente, objeto de este enforque de antropología pedagógica.
Dado que el desarrollo madurativo o génesis humana comprende, a la vez, la vertiente interna del yo y la vertiente externa de relación con el mundo, ambas vertientes no pueden desentenderse una de la otra, sino aceptar y respetar su íntima interdependencia constitutiva. De ahí que, en un proceso hacia la madurez completa, se entrecrucen y complementen necesariamente.
El desarrollo o proceso formativo interior tiene como base los estadios de maduración biológica de la persona desde su condición de niño a su condición de adulto, pasando por los tránsitos transformativos bioorgánicos de los estadios de adolescencia y juventud.
Pero junto a la maduración físico-orgánica corren paralelos la maduración, el crecimiento y el desarrollo psíquico-social. Este último se hace de un modo consciente mediante la integración de las vivencias afectivo-cognoscitivo-conativas, con respecto a sí mismo y en relación con el mundo del entorno.
A esta segunda maduración o maduración psicológica, más específica del hombre que la maduración biológica, la llamamos simplemente camino de madurez. De este modo, el proceso de génesis humana del hombre viene caracterizado como un proceso de personalización y, a la vez, de socialización, dentro de un humanismo personal y social. Y todo ello es objeto particular de este modelo de antropología pedagógica.
En este camino de madurez, desde su vertiente interior, le atañe al individuo superar y canalizar las fuerzas y pulsiones biológico-instintivas -fase de liberación instintiva- hacia los dominios del yo consciente y libre que gobierna a la persona desde el núcleo de su conciencia personal -fase de responsabilización-.
Este camino interior de madurez conduce, simultáneamente, a la persona hacia el exterior y la enfrenta con la función socializadora de insertarse en el mundo ambiente, por medio de la comunicación humana interpersonal. Este contacto se hace en el doble aspecto de aceptación, entrega y compromiso, o de enfrentamiento y oposición. Esto exige al sujeto una labor crítica desde la inteligencia, a la que sigue la libre decisión volitiva. Por ella la persona va forjando sus valores, ideales, principios ético-morales, que orientan su filosofía de la vida. Una labor que no puede realizar únicamente desde la dimensión mental, sino que ha de afectar necesariamente toda la dimensión afectiva, emotiva y amorosa de su ser.
Corresponde a la antropología pedagógica sistematizar todo este complejo camino del desarrollo humano en forma de fases o estadios de autorrealización hacia la madurez total, asumiendo las vicisitudes circunstanciales y ambientales propias de la biografía de cada sujeto.
En definitiva, este modelo de antropología pedagógica, aun contando con las diferencias individuales de cada camino de madurez, aspira a poder señalar los hitos genéricos más significativos del itinerario humano, para que puedan servir de orientación y guía a lo largo de todo el proceso.
Queremos mencionar todavía un punto con frecuencia olvidado en algunas teoría de la formación o desarrollo humano por considerarlo fuera del ámbito científico-humano, y que por ello suele excluirse de algunas antropologías pedagógicas. Nos referimos a la necesidad de completar el proceso-génesis del hombre, con una perspectiva ulterior que tenga en cuenta que el hombre no agota sus "constitutivos" reales -intrínsecos y extrínsecos- dentro del mundo conocido por medios y métodos científicos y filosóficos.
Para nosotros, es también objeto de la ciencia del desarrollo del hombre, como han afirmado insignes pensadores e investigadores del campo científico y filosófico, llegar hasta el fonde de la realidad del hombre, desde se descubre una dimensión vital distinta de la biológico-social, y que está radical e íntimamente inserta en ella, formando en el ser humano una constitución unitaria somático-psíquico-espiritual.
De ahí que, inherente al proceso humano de personalización y de socialización, esté también presente dentro de la persona, como dato real y existencial, la necesidad de un crecimiento trascendente, que rebase el marco estrecho del mundo inmediato y visible. Por esta tendencia, el hombre se abre a mundos y realidades desconocidos, más allá del mundo concreto. Esta perspectiva abierta se incluye también en nuestra antropología pedagógica.
Presentamos a continuación un intento gráfico de ordenar el proceso evolutivo de la persona hacia la madurez, teniendo en cuenta los objetivos pedagógicos puestos en relación con las etapas cronológicas de la infancia, adolescencia y juventud. Se ha tratado de diferenciar también las tres vertientes psicosociales de la persona: lo afectivo, lo cognoscitivo y lo operativo.
En la tabla, los números indican la secuenciación de los objetivos pedagógico y la necesidad de que todo objetivo tenga por base los otros objetivos previos condicionados a él. Por supuesto, la evolución madurativa no sigue un proceso lineal, sino simultáneo y de continuo feedback. Lo cual no es óbice para que debamos considerar que algunos objetivos son primarios y previos a otros.