- ¿Cuándo han adquirido nuestras almas el conocimiento de esas mismas cosas? Porque no es a partir de cuando hemos nacido como hombres.
- No, desde luego.
- Antes, por tanto.
- Sí.
- Por tanto existían, Simmias, las almas incluso anteriormente, antes de existir en forma humana, aparte de los cuerpos, y tenían entendimiento.
Platón: Fedón
En cuanto a la demostración de la inmortalidad, arrancaba del alma como soporte de la vida:
- A aquello a lo que el alma llega, ¿llega siempre trayendo vida?
- Así llega, ciertamente -contestó.
- ¿Existe algo contrario a la vida o nada?
- Existe algo contrario, la muerte.
- Por tanto, el alma jamás admitirá lo contrario a lo que ella siempre conlleva.
- Está muy claro.
- Y lo que no acepta la muerte, ¿cómo lo llamaremos?
- Inmortal.
- ¿El alma acepta la muerte?
- No.
- Por tanto el alma es inmortal.
Platón: Fedón
El lugar propio y adecuado de las almas es el mundo inteligible. Pero, a causa de un error que cometieron, cayeron a este mundo, al mundo sensible y se unieron a un cuerpo. Esta unión del cuerpo y el alma es de carácter accidental, el alma se encuentra en el cuerpo como el navegante en el velero o como el jinete en el caballo; pero, además, es antinatural y forzada: es decir, en esta unión el alma sufre una notable merma de sus facultades intelectuales y volitivas.
- ¿El alma cuando utiliza el cuerpo para observar algo, sea por medio de la vista o por medio del oído, o por medio de algún otro sentido, pues en eso consiste la sensación: en observar algo por medio de un sentido, entonces es arrastrada por el cuerpo hacia las cosas que nunca se presentan idénticas y ella se extravía, se perturba y se marea como si sufriera vértigos mientras se mantiene en contacto con esas cosas?
- Ciertamente.
- En cambio, siempre que ella las observa por sí misma, entonces se orienta hacia lo puro, lo siempre existente e inmortal, que se mantiene idéntico, y, como si fuera de su misma especie se reúne con ello, en tanto que se halla consigo misma y que le es posible, y se ve libre del extravío en relación con las cosas que se mantienen idénticas y con el mismo aspecto, mientras que está en contacto con éstas. ¿A esta experiencia es a lo que llamamos "meditación"?
El cuerpo viene a ser, pues, como una cárcel, una tumba, para el alma (sóma, séma).
1. Misión de esta unión
En la teoría platónica sobre el alma encontramos numerosos contenidos procedentes de los misterios órficos y pitagóricos, entre los que destacan, quizá, los de la purificación y la metempsicosis o transmigración.
El alma, en su unión con el cuerpo, posee la misión de purificarse. ¿De qué? De las inclinaciones negativas del cuerpo, de la multitud de deseos, afectos, pasiones, etc., que la acompañan mientras que se encuentra unida al cuerpo. Pero, ¿cómo se consigue este objetivo? La respuesta, en principio, parece fácil: comportándonos adecuadamente. En este caso, si el alma logra purificarse, una vez muerto el cuerpo, volverá a su lugar propio: el mundo inteligible, en donde permanecerá feliz contemplando la verdad, es decir, las ideas. Mas, en caso contrario, tras la desaparición de su cuerpo, "vagará extraviada", reencarnándose en otros cuerpos, y así sucesivamente en múltiples ocasiones (metempsicosis).
Ahora bien, ¿qué debemos hacer para comportarnos adecuadamente?
2. Las tres clases de alma
Platón diferenció entre tres clases de almas (o tres partes en el alma), a saber: racional, irascible y concupiscible.
El alma racional se encuentra en la cabeza y posee las facultades intelectuales: pensar y querer; la irascible en el pecho y tiene como misión regular nuestros impulsos violentos, relacionados con las inclinaciones de indignación, venganza, valentía o cobardía, etc.; y la concupiscible, situada en el vientre, se refiere a los apetitos e impulsos relacionados con los placeres de comer y beber y otras inclinaciones sensuales.
De estas almas, Platón destacó especialmente el alma racional, que es la auténticamente humana, y en tanto que humana, posee la misión de controlar las otras dos. Sólo ella es inmortal, pues sólo ella pertenece al mundo de las ideas, mientras que el alma irascible y la concupiscible, por el contrario, siendo dependientes del cuerpo, perecen con la muerte corporal.
- Pero el desligar el alma del cuerpo es la aspiración suma, constante y propia tan sólo de los que filosofan en el recto sentido de la palabra; y la ocupación de los filósofos estriba precisamente en eso mismo en despliegue y separación del alma y del cuerpo. ¿Sí o no?
- Así parece.
- ¿Y no sería ridículo, como dijo al principio, que un hombre que se ha preparado durante su vida a vivir en un estado lo más cercano posible al de la muerte, se irrite luego cuando ésta le llega?
- Sería ridículo. ¡Cómo no!
- Luego en realidad, ¡oh Simmias! -replicó Sócrates-, los que filosofan en el recto sentido de la palabra se ejercitan en morir y son los hombres que menos miedo tienen a estar muertos.
Platón: Fedón