Además de las coordinaciones relativamente sencillas requeridas por el uso de herramientas, la delicada interacción de numerosos órganos necesarios para la creación del habla articulada fue un avance mucho más notable y debió de haber ocupado gran parte del tiempo, de las energías y la concentración mental del hombre primitivo, puesto que su producto colectivo, el lenguaje, era infinitamente más complejo y sofisticado en el alba de la civilización que la panoplia de herramientas egipcias o mesopotámicas.
Y es que sólo cuando el conocimiento y la práctica pudieron ser almacenados en formas simbólicas y transmitidas por la palabra de unas generaciones a otras, fue posible preservar toda nueva adquisición cultural y evitar que se disolviera con el paso del tiempo o la extinción de la generación. Entonces, y sólo entonces, resultó posible la domesticación de plantas y animales.
L. Mumford, "La técnica y la naturaleza del hombre", en Tecnología, Ciencia, Naturaleza y Sociedad
Mediante los símbolos, el ser humano fija el mundo, se distancia de él y lo hace manipulable, comprensible, así como construye mapas cognitivos acerca del mundo, de qué es, de cómo funciona, y toma decisiones sobre él. Este proceso es posible gracias al desarrollo de la capacidad de abstracción y a un instrumento clave para el pensamiento abstracto y la posibilidad de razonar: el lenguaje entendido como la capacidad de elaborar símbolos y, mediante ellos, comunicarse con los demás.
La evidencia de los restos antropológicos muestra una evolución hacia una coordinación progresiva entre el cerebro, el oído y la laringe, que es fundamental para la aparición del lenguaje, al menos, del no instintivo.
1. Lenguaje y sociedad
El lenguaje es una creación de la especie humana. Frente a los "lenguajes" animales que tienen sus raíces en la conducta instintiva que determina la herencia genética, como, por ejemplo, los gritos de alerta de determinados animales o el más elaborado de las abejas, el lenguaje humano es un lenguaje construido y establecido por convención. Está en constante recreación por parte de los hablantes, crea y relaciona nuevos símbolos, transmite información cada vez más compleja y elaborada. Esto significa que el lenguaje es algo socialmente producido y no una elaboración individual, sino de grupo. En el seno de un grupo humano es donde se aprende a hablar y donde se utiliza el lenguaje para comunicarse y para aprender a dar una respuesta adecuada a las exigencias del entorno natural y social.
Mediante el lenguaje, el ser humano codifica, fija su mundo, para así comprenderlo y transformarlo. También el lenguaje es el instrumento fundamental para la transmisión y la fijación del saber, tanto para los contemporáneos como para las generaciones siguientes.
El hombre es un animal de saber. Sus posibilidades de supervivencia no vienen determinadas por su capacidad de responder de forma instintiva a su entorno, sino por su capacidad de ensayar nuevas respuestas y aprender las respuestas ya ensayadas por otros para situaciones análogas.
2. Sociedad, información y energía
El ser humano nace, vive y se desarrolla como miembro de una colectividad, y en ella y por ella se desarrolla como persona. Por eso, a partir de ahora, hay que analizar cómo las sociedades se desarrollan, se perpetúan y se adaptan a su medio.
Toda sociedad debe resolver fundamentalmente dos problemas: el primero, producir lo necesario para la supervivencia de sus miembros y subvenir a sus necesidades; el segundo, reproducirse manteniéndose a lo largo del tiempo. Por ello, la sociedad ha sido comparada con un organismo vivo y, sobre todo, ha sido señalada como un sistema que partiendo de las exigencias de su entorno, lo transforma para atender a sus necesidades.
Los antropólogos insisten en que un elemento clave para la supervivencia y evolución del ser humano ha sido su capacidad para organizarse socialmente. El hombre no resuelve sus necesidades básicas como individuo, sino como miembro de una colectividad. El éxito evolutivo del Homo sapiens frente a otros parientes suyos en la línea evolutiva, como el hombre de Neanderthal, físicamente más fuerte, se debe, según parece, a su mayor disposición y habilidad para organizarse socialmente.
Se puede hablar de dos grandes mecanismos por los que las sociedades se han ido adaptando a su entorno: el saber y el trabajo, o, empleando la terminología de la teoría de sistemas, la información y la energía.
La información o el saber es la capacidad que tienen la persona y las colectividades de tomar distancia frente al entorno y elaborar mapas cognitivos que les permitan orientarse y actuar en el mundo. Mediante el saber acumulado generación tras generación, las sociedades elaboran un elenco de respuestas adaptativas o adecuadas a las situaciones y a las exigencias que les plantea el medio en el que se desarrollan. Así pueden plantearse los problemas sin necesidad de empezar desde cero, pues anteriormente otros les han dado una respuesta. La experiencia de las generaciones pasadas se transmite a las siguientes y permite una liberación de energías y esfuerzos que se orientará a mejorar y buscar nuevas respuestas o a abordar nuevos problemas. En todas las culturas se encuentran saberes o "mapas cognitivos" acerca del mundo natural y del social, es decir, saberes que tratan de explicar el mundo social o el natural que las rodea y que indican las conductas adecuadas en cada situación. Por eso, cada hábitat ha generado sus propias culturas, elaboraciones culturales, cosmovisión, pues la cultura no es sino la forma como el ser humano se adapta a la naturaleza o adapta ésta a sus necesidades. Existe así la cultura esquimal, la de la selva, la de la ciudad, la agraria, etc.
Mediante la técnica y la cultura, la humanidad ha sido capaz de dominar todo lo creado. El ser humano no sólo se adapta a la naturaleza, como lo hace la mayoría de los animales, sino que la transforma para hacerla propicia a sus necesidades y, mediante la técnica, multiplica sus posibilidades de acción sobre ella. Puede leerse la historia de la cultura como la historia del esfuerzo humano para superar los límites que le impone la naturaleza. Así, como el hombre no tiene un pelaje que le aísle y le permita subsistir al frío, elabora pieles y vestidos para protegerse y construye refugios y casas donde cobijarse; como no puede nadar o volar, inventa el barco, el avión, etc. Del mismo modo, el hombre se ha sustraído de los límites naturales, como la enfermedad, mediante el desarrollo de la medicina, hasta convertirse en la única especie a la que la naturaleza ya no es capaz, al menor por el momento, de poner freno a su crecimiento.
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