1. El mundo rural
En general, el mundo rural sufrió escasas transformaciones con relación a la época visigoda. Los cultivos principales eran los cereales y el olivo. La vid sufrió un ligero retroceso, debido a la prohibición coránica de beber vino. Los musulmanes introdujeron en la Península algunos cultivos nuevos, como el arroz, los agrios, la caña de azúcar, el algodón y el azafrán. Se prestaba también mucha atención al esparto y al lino. Los musulmanes aportaron algunas mejoras técnicas, especialmente en todo lo relativo al almacenamiento y transporte del agua. La ganadería conoció un cierto impulso, ante todo la lanar, debido al empuje de los bereberes.
Las estructuras agrarias apenas cambiaron. Persistieron grandes latifundios, propiedad de los nobles godos que habían pactado con los invasores o de la aristocracia árabe. La mano de obra era suministrada básicamente por colonos, que cultivaban la tierra en la mayoría de las ocasiones mediante un contrato de aparcería.
Cordobanes, artesanía en cuero presente en nuestros días |
La ciudad era el centro de la vida musulmana. En tierras hispanas los musulmanes se encontraron con una fabulosa herencia urbanística especialmente notable en la Bética. Por su parte, ellos crearon nuevas ciudades, como Almería. Algunos núcleos fundados por razones militares se convirtieron más tarde en el germen de importantes ciudades, como Madrid, Calatayud, Tudela, etc. La ciudad musulmana era de plano caótico y tenía calles angostas y tortuosas. Sus elementos fundamentales eran la zona central, en donde se hallaba la mezquita mayor y el "zoco" o mercado principal, y los arrabales. La ciudad más importante fue Córdoba, que se supone llegó a tener unos 100.000 habitantes. Otras ciudades famosas de Al-Andalus fueron Toledo, con cerca de 40.000 habitantes, Almería, Málaga, Granada, Valencia, Mallorca, Zaragoza, Sevilla, etc.
En las ciudades había numerosos talleres artesanales. El desarrollo de la artesanía exigía previamente la existencia de materias primas. En la España musulmana se reanimó la extracción de minerales y adquirió un gran auge la producción maderera. Los objetos que salían de los talleres de Al-Andalus eran de una enorme variedad. Eran famosos los tejidos de seda, especialmente los "tiraz", brocados fabricados en Córdoba. Igualmente destacaron los musulmanes por el trabajo de las pieles y de los cueros (recordemos los cueros labrados o "cordobanes").
La fabricación de objetos de cerámica, marfil, cobre, etc., fue muy importante, como lo denota la enorme variedad de productos (arquetas, botes, jarros, etc.) que se han conservado hasta nuestros días. Notable fue también la industria del vidrio y la del papel, que en el siglo X contaba con un importante centro productor en Játiva. No hay que olvidar la fabricación de navíos, que se efectuaba en las atarazanas (Sevilla, Tortosa...). Sobre la organización del trabajo es necesario destacar que los artesanos estaban agrupados en corporaciones de oficios.
Desde el punto de vista social la ciudad musulmana ofrecía un panorama muy variado. A la cabeza se encontraba la aristocracia (jassa). Eran las familias árabes que poseían grandes propiedades en el campo y proporcionaban los altos funcionarios. Un grupo intermedio estaba constituido por los mercaderes adinerados, los pequeños funcionarios, los profesionales, etc. En el otro extremo del abanico social estaba el pueblo (amma), integrado por la inmensa mayoría de los habitantes de las ciudades. Eran los artesanos y jornaleros. Vivían en condiciones precarias, por lo que a veces explotaban (por ejemplo en el motín del arrabal, en Córdoba, año 818).
3. El comercio
En Al-Andalus el comercio fue muy activo, tanto entre unas regiones y otras de su territorio como con el exterior. El comercio estaba facilitado por la abundante circulación monetaria (el dinar de oro y el dirhem de plata). En los zocos de las ciudades se efectuaba diariamente un intensa transacción de productos. El comercio interurbano se realizaba a través de las calzadas romanas. Pero Al-Andalus mantenía también estrechas relaciones comerciales con el mundo exterior, tanto con los otros países musulmanes como con la Europa cristiana. El puerto principal de este comercio internacional fue Pechina, al que sucedió en el siglo X, Almería. Al-Andalus importaba de Europa pieles, metales, armas y particularmente esclavos, del norte de África oro sudanés y esclavos, del Próximo Oriente especias y objetos de lujo. Por su parte, Al-Andalus exportaba aceite de oliva, tejidos y en general la inmensa gama de sus productos manufacturados. Las principales zonas receptoras de los productos de Al-Andalus eran el norte de África y los núcleos cristianos de la Península.