Anubis, dios de los muertos y los funerales, atendiendo a un difunto |
Tras el juicio, el difunto entraba en el reino de Osiris. Sin embargo, el espíritu necesitaba el cuerpo para seguir existiendo en la otra vida. La momificación tenía precisamente la finalidad de conservar al muerto con la misma apariencia que este tuvo en vida: al cadáver se le extraía el cerebro y los órganos internos, que se depositaban en los vasos canopos. Con objeto de que se conservasen eternamente, el cuerpo era sumergido en determinadas sustancias y envuelto luego con vendas.
Este trabajo era realizado por los embalsamadores en las Casas de la Muerte. El oficio de estas personas era considerado de la más baja categoría; su contacto constante con la muerte, el olor, difícil de disimular, con el que quedaban impregnados, así como las marcas producidas por el manejo de líquidos corrosivos, provocaban el rechazo del resto de la población.
Vasos canopos |
Como el cadáver debía permanecer intacto, las tumbas se construían en lugares cuya sequedad contribuyese a mantenerlo en un estado ideal de conservación. Los difuntos eran enterrados, además, con sus riquezas y bienes, que, en el caso de los faraones, incluían también a sus sirvientes.