viernes, 30 de junio de 2023

Ibn Tufail: Educación mística

La última verdad que cierra el triángulo fundamental esquemático del pensamiento de Ibn Tufail -las otras son el yo y el mundo- y a la que Havy llega por un proceso de abstracción, es Dios. La idea de la existencia de Dios le adviene como una exigencia lógica y vital del hombre para entender el mundo: "Si el mundo ha sido creado, no puede menos de exigir un Creador". "Y apareció a su vista en las más pequeñas cosas existentes (y mucho más en las mayores) tales vestigios de sabiduría y tales bellezas de ejecución que fue preso de suma admiración, cerciorándose en su interior de que estas cosas no dimanaban sino de un Hacedor voluntario, de suma perfección y aun sobre toda perfección".

Sin embargo, hay que admirar otra vía, ontologista, que, al parecer, es más fiable para Havy que el conocimiento a posteriori de Dios: la idea de Dios llega a él sin necesidad de las cosas, sino directamente, como en un acto de iluminación. Cuando nuestro personaje cuenta los treinta y cinco años, la idea de Dios, a la que ha llegado por un nuevo proceso racional, lo deja inquieto, insatisfecho; todo lo creado le habla de Él, pero Havy sospecha, angustiado y anhelante, que llegar a Dios no es un simple ejercicio más de su caminar en la búsqueda de la sabiduría, sino que es su propia vida, toda ella, la que está pendiente de ese camino, a todas luces difícil y transcendental: "así que se avivó más y más su deseo de llegar a Él, se abstrajo totalmente su corazón del mundo inferior y sensible, y se unió al superior e intelectual".

El camino de perfección del hombre consiste en esforzarse porque la visión de Dios, pasajera y fugaz, sea "actual y perpetua"; la perfección como fin último humano consiste en la contemplación y goce de la esencia divina por medio de la unión con el entendimiento agente. Su educación se conforma en vivir "la visión perenne de aquel ser necesariamente existente", en la que consiste la verdadera felicidad; el humanismo ontocéntrico de algunos textos es obvio: "ocurrióse entonces a su mente que él no tenía esencia por la cual se distinguiese de la esencia del supremo Ser verdadero, y que la verdadera razón de su esencia era la esencia de aquel Ser verdadero, y que aquella cosa que antes había considerado como su esencia, distinta de la esencia de aquel Ser verdadero, no era realmente nada, ni venía a ser otra cosas que la esencia de aquel Ser verdadero".

¿Y cómo se logra este ideal de perfección? Por un proceso de asimilación del hombre con respecto a Dios: la mimesis, relación del ser y las cosas en un lenguaje platónico, se refleja vivamente en la obligación que Havy se impone de imitar a los demás seres, en cuanto que todos ellos "participan", como creados, de la esencia divina; se vislumbra una sombra de panteísmo, inherente al pensamiento de Ibn Tufail, a cuya tentación, sin embargo, se resiste.

La praxis educativa se orienta, por tanto, a la asimilación -proceso de asemejarse a- con los animales, los cuerpos celestes y Dios. La imitación a los animales se refiere a su austeridad, cautela, defensa y otras dotes naturales de que han sido adornados por Dios. La asimilación con los cuerpos celestes se fundamenta en la reproducción de sus atributos en el ser humano: su calor, iluminación, pureza, armonía, "justeza" a las leyes cósmicas, voluntad de amar... El supremo grado de perfección consiste en asemejarse a Dios; abstraído el hombre "de todos los objetos sensibles no menos que de las facultades corporales", y ensimismado en su íntima esencia, aparece con plenitud la visión del Dios único; "y no quedó ante su vista más que el Único, el Verdadero, el Ser de existencia permanente, pudiendo decir con la palabra de Él: ¿A quién pertenece hoy el reino, la dignidad real? Al Dios Único, omnipotente".ç

La visión o intuición de la Trascendencia culmina en el éxtasis que el hombre vive en su intimidad cordial, y que difícilmente puede expresarse con palabras a los otros: "Y no entiendo por corazón lo material de este miembro ni siquiera aquel espíritu que se aloja en su cavidad, sino que significa con tal palabra la forma de aquel espíritu que se difunde, por medio de sus facultades, en el cuerpo humano. Ciertamente que cada una de estas tres cosas se llama corazón; mas, no es posible por ninguna de las tres sea concebido aquel estado, y no puede darse explicación sino de aquello que se concibe". La experiencia mística entusiasma al hombre, y su vida ya no tiene otro sentido que la contemplación cordial del Ser; el mundo se torna luz con su presencia y tinieblas con su lejanía, y todo lo que -el cuerpo- le tienta a apartarlo de Él, es motivo de odio. El éxtasis se constituye de esta manera, como culminación de la praxis perfectiva del hombre, y el medio excelso para realizarse con plenitud: con el éxtasis el hombre se hace él mismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario