Mapa de América de Ortelio (1587) |
El descubrimiento del Nuevo Mundo fue clave para la nueva situación económica y social de los siglos XVII y XVIII. Son los siglos de los grandes viajes y exploraciones. Impulsados por las demandas de la navegación, se desarrollaron la astronomía, la geografía, la búsqueda de nuevos materiales y formas de construcción de barcos, nuevos timones, la brújula, nuevas rutas de navegación, nuevas mediciones, una creciente precisión en la orientación y determinación de las posiciones en el globo, etc. El intenso contacto con las culturas china e india permitió la incorporación de inventos y mejoras en la navegación, la producción de la seda, etc.
Con el Nuevo Mundo nació también la época de las exploraciones. El desarrollo de la geografía y la necesidad de conocer y clasificar las nuevas especies favoreció el desarrollo de expediciones científicas y los grandes avances de la biología en lo que respecta a los sistemas de clasificación de las especies, con Linneo.
Los europeos entraron en contacto con culturas radicalmente distintas de la suya y, poco a poco, se acabó imponiendo la idea de que la sociedad, sus costumbres, sus normas, etc., eran algo construido, mudable, reformulable y no algo natural y permanente. La ampliación de las fronteras del mundo tuvo también como consecuencia el desarrollo de una intensa actividad comercial entre las metrópolis y las colonias, así como nuevas formas de explotación de vastos territorios como mano de obra en régimen de esclavitud o semiesclavitud.
La importancia de nuevos productos, alimentos y maneras de comer supuso una revolución demográfica y cultural. Por ejemplo, la introducción de la patata y el maíz en Europa fue clave en la mejora de las condiciones de vida de los campesinos, que vieron alejarse el fantasma de las hambrunas. Esta mejora en el campo, así como el aumento de la actividad en las ciudades gracias a la expansión del comercio, a la importación masiva de minerales, de especias y de productos de todo tipo, favorecieron la revolución agrícola, que generó una dinámica de retroalimentación entre el campo y la ciudad. El campo estaba en condiciones de ser un mercado para los productos artesanales de la ciudad, debido al incremento de su productividad por la introducción de nuevas técnicas de cultivo y de nuevos productos. A su vez, el crecimiento de la ciudad favoreció un incremento de la demanda de productos del campo, y de muebles, enseres, vivienda, etc., generando un fuerte despegue económico.
En el siglo XVIII, una Europa ampliamente abierta desarrolló sus intercambios con los otros continentes, estableciendo así las condiciones para un enriquecimiento sin precedentes. El concepto de revolución comercial -sobreentendamos la notable expansión del comercio internacional hacia las Américas, África y Asia- no nació en el siglo XVIII. Existe desde el siglo XV, época de los descubrimientos, cuando Europa se abre al mundo. Pero en el siglo XVIII es cuando adquiere mayor vigor y se liga, al menos en el caso de Gran Bretaña, con los comienzos de la revolución industrial.
La aceleración de la trayectoria de Europa hacia el poder mundial se efectúa en el siglo XVIII: si se aceptan las estimaciones de W. Rostow, Europa realiza en 1720 los dos tercios del comercio mundial, con intercambios por un valor de 62 millones de libras; y en 1780 asume sus tres cuartas partes por un valor de 137 millones de libras. Con criterios diferentes, Inglaterra y Francia conducen el juego y rivalizan entre sí: una, Francia, gracias a una expansión comercial muy acelerada en la primera mitad del siglo, basada en el boom colonial de sus posesiones antillanas y en el desarrollo de su comercio europeo; la otra, Inglaterra, gracias a una aceleración más tardía de su comercio, más sólido por asentarse en la prosperidad creciente de sus colonias de la América continental, y en la hegemonía comercial adquirida en América latina, donde los ingleses encuentran el fabuloso metal capaz de alimentar el crecimiento de su imperio de Oriente. Al mismo tiempo, Inglaterra desarrolla sólidas redes comerciales europeas.
P. León, Historia económica y social del mundo