El sistema escolar tiene que clarificar a los alumnos y establecer una pauta que guíe su proceso discente desde su iniciación hasta el término del mismo. Ésta sería la dimensión vertical de la escolaridad formada por unidades apiladas unas encima de otras para proporcionar el progreso ascendente de los estudiantes a través de una secuencia temporal.
La enseñanza graduada ha sido el sistema tradicional de organización escolar para la progresión vertical de los alumnos. Pero debido a las críticas que ha recibido y a la dificultad de los estudiantes de seguir el ritmo marcado por el hipotético "alumno medio", se ha realizado una serie de tentativas de modificación y se ha planteado la alternativa de la enseñanza no graduada.
Como características propias de la enseñanza graduada podemos mencionar las que señala Gómez Dacal (1980):
Existencia de una compartimentación de la progresión formativa del alumno en etapas sustantivas (grados o niveles) con límites perfectamente definidos por normas externas al propio alumno.
Y podríamos añadir que estos mínimos de grado han de cubrirse en un tiempo determinado (un año), y que si no se logran ha de repetirse el curso. Es, por lo tanto, el alumno quien debe acomodarse a un curriculum pensado para tal curso o edad.
En la enseñanza no graduada es el curriculum lo que debe adaptarse al aprendizaje de cada alumno, de modo que posibilite el movimiento continuo e independiente de cada escolar en el programa. No se espera que haya una relación necesaria entre la cantidad de aprendizaje y el tiempo que le lleva a un alumno aprender determinado hecho, concepto o habilidad. El objetivo principal es asegurar a cada escolar un progreso continuo, adaptado a su ritmo y capacidad, y que no ha de ser igual para todas las materias. Según Smith (1974):
La pauta de organización del sistema sin grados es una estructura flexible que permite la instrucción individualizada y promueve la teoría del crecimiento constante.
La comparación que Goodland y Anderson (1976) realizan entre enseñanza graduada y no graduada puede aclarar bastante los conceptos:
El sistema no graduado es un sistema de organización, pero también algo más, y por ello no basta con quitar los letreros de curso sin modificar el programa, la enseñanza, nuestra valoración de las diferencias individuales, etc. Preocuparse por la forma de organizar como un fin en sí misma es poner la atención fuera de lugar.
Si relacionamos nuestro conocimiento sobre las diferencias individuales con los conceptos de función de la escuela, programa, etc., y lo aplicamos en una escuela en la que hemos suprimido los grados, tenemos entonces una verdadera escuela no graduada.
En la dimensión vertical, además de las alternativas de enseñanza graduada y no graduada pueden haber fórmulas intermedias. Por ejemplo, el plan dual, las clases multigrados o la enseñanza por ciclos.
En el plan de progreso dual, el alumno asiste la mitad de la jornada escolar (mañana o tarde), con los compañeros de su grado, a una clase seleccionada de acuerdo con la capacidad de dichos alumnos y estudia, según el sistema graduado, lenguaje y estudios sociales con un profesor, tutor especializado, y la educación física con otro. La otra mitad del día asiste a diversas clases no graduadas, en grupos también seleccionados, de matemáticas, ciencias, artes, manualidades y música, bajo la dirección de varios profesores especializados.
La justificación teórica está en la diferencia existente entre los llamados "imperativos culturales" (lenguaje y estudios sociales), que se espera que todos los miembros de la sociedad dominen de forma que les permitan llevar una vida de relación eficaz, y las llamadas "opciones culturales" (ciencias, matemáticas y arte), en que el nivel alcanzado depende mucho más de los intereses y capacidad de cada uno. El clásico sistema graduado se encuentra adecuado para los primeros, pero para las segundas, y por ello éstas se cursas de forma no graduad.
Como seguir una enseñanza no graduada durante los ocho o diez años escolares crea unos problemas administrativos, organizativos y pedagógicos bastante complicados, se han buscado fórmulas intermedias: clases multigrados, sistema de ciclos, etc.
Enseñanza por ciclos
Por ello es más factible una enseñanza por ciclos en que se suprimen las fronteras entre dos o tres cursos y es no graduada dentro de este período y graduada al finalizar cada ciclo. Ahora bien, el período de dos a cinco años es lo suficientemente amplio como para poder realizar una programación vertical de las materias y un respeto a las diferencias individuales. Y por otro lado, se respetan unos niveles inicial, medio o final de una enseñanza básica, las características de desarrollo madurativo del alumno y las expectativas sociales de las enseñanzas primaria y secundaria. El ciclo formaría un todo coherente, y aunque la mayor parte de los alumnos lo cubriera en un tiempo determinado, otros podrían permanecer más tiempo en él sin repetir curso.
La estructuración de la enseñanza en ciclos ha de posibilitar la total adecuación del nivel de exigencias de aprendizaje al momento madurativo de cada niño. Por ello, si concluidos los cursos correspondientes algún alumno no ha llegado a dominar los mínimos indispensables, aún podrña permanecer hasta un curso más en dicho ciclo, a fin de asimilar los aprendizajes necesarios que le permitan seguir con seguridad las enseñanzas posteriores. Esta ampliación temporal de permanencia en un ciclo no debe confundirse con la repetición de curso.
Niveles progresivos de enseñanza
En todos los países, la enseñanza se estructura en distintos niveles progresivos, obligatorios unos y voluntarios otros. La obligatoriedad abarca la enseñanza primaria o básica, y en algunos países también la secundaria o parte de ella.
Cada uno de estos niveles, primario, secundario y superior o terciario, tiene unos objetivos propios, un personal diferenciado y generalmente unos establecimiento de enseñanza (colegios, institutos y facultades) independientes.
A veces, sin embargo, hay niveles que se superponen de tal manera que sin haber terminado primaria se puede iniciar la secundaria, por ejemplo. En ciertos países existen comisiones que estudian la coordinación de niveles, a fin de que no haya superposiciones y de que sea claro el paso de un nivel a otro.
Para ciertos autores, el principal problema de los niveles organizativos radicaría en determinar claramente las fronteras, de modo que no hubiera superposiciones ni interferencias que perjudicasen la personalidad del propio alumno. Pero otros nos preguntamos: ¿Es que ha de haber fronteras? ¿Por qué la enseñanza no puede ser un todo continuo en la vida del estudiante? Y entonces nos preocupamos del enlace y continuidad del período preescolar y la enseñanza primaria, y de ésta con las enseñanzas secundarias o medias, así como de estas últimas con la superior. Otro aspecto muy interesante es que coincidan el final de la enseñanza obligatoria y la edad mínima legal para trabajar, pues de lo contrario se intercala un tiempo (uno o dos años) en que los adolescentes o jóvenes se encuentran en una situación muy incómoda, dado que no pueden trabajar aún, pero no tienen ya obligación de asistir a la escuela, lo que puede degenerar en conflictos sociales y problemas de predelincuencia juvenil. Por lo tanto, no hay que pensar sólo en las relaciones internas del sistema educativo, sino también en las de éste con el entorno y en particular con el mundo del trabajo.