En ningún tiempo como en el nuestro ha sido la educación, en tan alto grado, objeto de debate científico, de interés público, de preocupación política, de instancia sociocultural, de especulación económica y, no menos, de reflexión humana, sociológica, religiosa, cultural... Se ocupan de la educación padres y maestros, sociólogos, economistas, políticos, publicistas, medios de comunicación diversos. Es decir, toda la sociedad de nuestra época ha puesto, justamente, en la educación sus ojos, sea para considerarla y estudiarla, sea para promoverla, organizarla, controlarla en algún sentido y, también, no hay que decirlo, para practicarla, actualizarla, buscando de algún modo su perfeccionamiento.
La educación ha dejado de ser un tema exclusivo de los pedagogos, un ámbito científico o técnico reservado a especialistas o a personas con vocación especial, dedicadas a la tarea de formar o de enseñar. Ha venido a ser, por su importancia y repercusión, por su implicación social y por su trascendencia en el desarrollo de los pueblos, una cuestión vital, básica, que importa a todos y en la que todos, sin excepción, en mayor o menor medida, hemos de participar. La educación, en este sentido, se constituye en un derecho y un deber particular y público, en un bien, adscrito al hombre y a la comunidad.
La pedagogía, que tradicionalmente se ocupaba de la educación, ha visto agrandarse su horizonte de estudio, su mediación tecnológica, su praxis organizativa y operativa. Han nacido las "ciencias de la educación", auxiliando o complementando desde varios ángulos al saber, a la técnica y al quehacer pedagógicos. Y la pedagogía ha de reorganizar constantemente su situación epistemológica, su contenido específico, su relación científica, su dimensión normativa. La bibliografía pedagógica es abundantísima, casi desorbitada. Instituciones, congresos, seminarios, coloquios, jornadas, etc., dedicados al tema de la educación revelan la gran importancia que, con toda razón, dicho tema ha venido a cobrar.
Pedagogía y educación
El tema fundamental de la pedagogía es la educación. Un tema que ha llegado a ser tan importante que puede decirse que ha rebasado incluso al arte, a la técnica y la ciencia que se refieren a su praxis, a sus medios y a su fundamentación y sistematización científico-filosófica. Pero, en rigor, no podemos decir que la educación ha desbordado a la pedagogogía, porque la íntima relación que guardan los dos términos y sus correspondientes conceptos es indudable.
En su sentido clásico, "pedagogía" -conducir al niño, acción de cuidarlo, de formarlo, de desarrollarlo- y "educación" -crianza, desarrollo y, al mismo tiempo, conducción, llevar a la madurez- venían a expresar en el fondo una misma actividad conductiva, en relación con el crecimiento y la maduración. Después pudo entenderse la pedagogía como el arte de educar, como la técnica propia de la educación, en tanto que ésta hacía referencia a cuidado, instrucción y formación física, psíquica y moral. Finalmente, sin abandonar del todo su sentido práctico, pero buscando su fundamentación teórica y su finalidad, la pedagogía se convirtió en la "ciencia de la educación". Ya no era tan sólo un arte o una técnica, sino que era, también, o pretendía ser, una ciencia, un estudio riguroso acerca de un hecho y una actividad: la educación.
Al mismo tiempo, la escuela, como ámbito específico de la educación, como su lugar propio, se había institucionalizado y formalizado socialmente, en diversos grados, contribuyendo a definir, con mayor o menor acierto, el carácter de la educación. Por su parte, poco a poco, los estudios de pedagogía se sistematizaban y organizaban de acuerdo con las necesidades educativas. Junto a la educación como tal, la preparación pedagógica; junto al mundo de la enseñanza, entendida en un sentido amplio, y en correspondencia con él, el mundo de la formación de los enseñantes, es decir, los "docentes", a la vez pedagogos y educadores.
Surgieron, ampliándose cada vez más, especializaciones científicas o tecnológicas, con referencia directa o indirecta al saber pedagógico o a la función educadora. En nuestra época, este hecho, tan importante, tan decisivo para el desarrollo científico y práctico de la educación, ha podido inducir, en alguna medida, a confusión terminológica. La pedagogía, en cierto modo, parece perder la exclusiva de su objeto propio. Educación y pedagogía -sea por la influencia anglosajona, sea por una nueva versión de su clásico sentido- se usan de modo polivalente, como actividad, como técnica y como ciencia. Aunque, creemos, conviene, a efectos de clarificación y de rigor conceptual, mantener la distinción: pedagogía -ciencia, tecnología, praxiología- y educación -hecho, actividad, técnica específica.
De este modo, la educación sigue siendo el objeto propio de la pedagogía. Las ciencias de la educación se refieren también a este objeto, desde varios ángulos; y en tanto se refieren a dicho objeto, en sentido lato son pedagógicas, aunque no lo sean en sentido estricto, si les falta, a algunas de ellas, la dimensión normativa, es decir, la dimensión que hace referencia a conducción, guiaje, norma de acción o de conducta. Ésta sería la característica pedagógica, su sentido estricto educativo: un saber práctico, referido a la formación, un saber praxiológico.
Empero la relación estrecha entre pedagogía y educación, su mutua dependencia, obligan a interrelacionar y a yuxtaponer sus problemas y la metodología de su tratamiento. De ahí que, como cuestión previa, fundamental y necesaria para fijar o, como mínimo, para perfilar su propio sentido, la pedagogía debe tratar de precisar, en la medida posible, el concepto de educación, y, con ello, la caracterización de la misma y sus dimensiones fundamentales.