1. La expansión catalano-aragonesa: Valencia y las Baleares
La ofensiva catalano-aragonesa fue conducida por el monarca Jaime I. El primer paso se orientó hacia las islas Baleares. Teniendo como punto de apoyo la incipiente marina catalana, Jaime I conquistó Mallorca con relativa facilidad (1229-1230). La población musulmana, que había resistido tenazmente, prácticamente desapareció de la isla, procediéndose a repoblarla con gentes venidas de Cataluña. En general el sistema de reparto de las tierras permitió la creación de medias y pequeñas propiedades. Las restantes islas fueron incorporadas en años sucesivos a la Corona de Aragón.
Pintura mural en el Palacio Real de Barcelona que representa la conquista de Mallorca |
Representación del rey Fernando III de Castilla y León |
Los reyes de Castilla y de León, primero de forma independiente y desde 1230 definitivamente unidos, dirigieron la reconquista y la repoblación de Extremadura, Andalucía Bética y Murcia. Alfonso IX de León incorporó Cáceres (1227) y Badajoz (1230). Pero la obra más importante fue llevada a cabo por Fernando III, el monarca unificador de Castilla y León. A él se debe la conquista del valle del Guadalquivir: Córdoba cayó en 1236, Jaén en 1246 y Sevilla, después de un prolongado cerco terrestre y naval, en 1248. Simultáneamente fue incorporada Murcia (1243) por su hijo el príncipe Alfonso. Éste, una vez rey (Alfonso X), completaba la conquista de Andalucía Bética con la toma de Cádiz (1262).
La actitud hacia la población musulmana dependió en buena medida de su resistencia a la expansión militar de los cristianos. En general, los islamitas fueron obligados a abandonar los núcleos urbanos, aceptándose en cambio su presencia en los campos, excepto en el reino de Jaén. Inmediatamente se procedió a efectuar un repartimiento de las tierras ganadas. La alta nobleza, las Órdenes militares y la Iglesia recibieron extensos donadíos, particularmente en Extremadura y en la región meridional de Andalucía, limítrofe con el reino granadino. Al mismo tiempo se organizaron poderosos concejos en torno a las ciudades, repartiéndose sus casas y las tierras de sus términos en función de la condición social de los repobladores, pues los caballeros recibían un heredamiento superior al de los peones. Los repobladores de Andalucía procedían esencialmente de la meseta Norte.
En el reino de Murcia permaneció después de la conquista cristiana una gran parte de sus antiguos habitantes musulmanes. Los repobladores procedían tanto del reino castellano-leonés como de la Corona de Aragón. En las ciudades surgieron fuertes concejos (Murcia constituye un buen ejemplo). En la zona sur los nobles y las Órdenes militares se instalaron sólidamente.
En 1264 la población mudéjar, tanto de los campos andaluces como de Murcia, se sublevó. Una vez sofocada la revuelta, parte de los mudéjares se vieron forzados a emigrar hacia Granada o al norte de África. Esta situación agravó las condiciones de explotación de las tierras recién incorporadas al dominio cristiano.