Para ilustrar la explicación de la areté, concepto central de la educación griega, trazaremos una imagen de la vida de la nobleza griega primitiva, tal como nos la ofrecen los poemas "homéricos". Actualmente no es posible considerar la Ilíada y la Odisea, fuentes de la historia primitiva de Grecia, como una unidad, es decir, como obra de un solo poeta, aunque en la práctica sigamos hablando de Homero, tal como lo hicieron originariamente los antiguos, incluyendo bajo este nombre múltiples poemas épicos.
El más antiguo de ambos poemas nos muestra el absoluto predominio del estado de guerra, tal como debió ser en el tiempo de las grandes emigraciones de las estirpes griegas. La Ilíada nos habla de un mundo situado en una época en que domina de modo exclusivo el espíritu heroico de la areté y encarna aquel ideal en todos sus héroes. Junta, en una unidad ideal indisoluble, la imagen tradicional de los antiguos héroes, transmitida por las sagas e incorporada a los cantos, y las tradiciones vivas de la aristocracia de su tiempo, que conoce ya una vida organizada en la ciudad. El valiente es siempre el noble, el hombre de rango. La lucha y la victoria son su más alta distinción y el contenido propio de su vida. La Odisea halla raras ocasiones de describir la conducta de los héroes en la lucha. Pero si algo resulta definitivamente establecido sobre el origen de la epopeya, es el hecho de que los más antiguos cantos heroicos celebraban las luchas y los hechos de los héroes y que la Ilíada tomó sus materiales de canciones y tradiciones de este género. Los héroes de la Ilíada pertenecen al campo de batalla; no sería posible imaginarlos viviendo en paz. La Odisea, sin embargo, no ofrece otra imagen. Cuando la Odisea pinta la existencia del héroe tras la guerra, sus viajes de aventuras y su vida familiar y casera, con su familia y amigos, toma su inspiración de la vida real de los nobles de su tiempo y la proyecta con ingenua vivacidad a una época más primitiva, por lo que podemos considerar que este material responde más al gusto de un edad más contemporánea y dad al goce pacífico.
Con la Odisea, la épica se convierte en novela. Aunque nos conduzca a la fantasía aventurera de los poetas y a las sagas heroicas y aun al reino de lo fabuloso y maravilloso, su descripción de las relaciones familiares nos acerca a la realidad. Se distingue pues, claramente, por su realismo vital, la imagen de la nobleza que nos da la Odisea de la que nos da la Ilíada. La nobleza de la Ilíada es, en su mayor parte, una imagen ideal de la fantasía, creada con el auxilio de rasgos transmitidos por la tradición de los antiguos cantos heroicos. Es dominada en su totalidad por el punto de vista que determinó la forma de aquella tradición, es decir, la admiración por la sobrehumana areté de los héroes de la antigüedad.
La nobleza de la Odisea es una clase cerrada, con fuerte conciencia de sus privilegios, de su dominio y de sus finas costumbres y modos de vivir. En lugar de las grandiosas pasiones de las imágenes sobrehumanas y los trágicos destinos de la Ilíada, hallamos en el nuevo poema un gran número de figuras de un formato más humano. Tienen todos algo humano y amable; en sus discursos y experiencias domina lo que la retórica posterior denomina ethos. El trato entre los hombres tiene algo altamente civilizado. Su forma de vida es inseparable de su conducta y maneras y les otorga una dignidad especial que se muestra mediante sus nobles y grandes hechos y por su irreprochable actitud ante la felicidad y la miseria ajenas.
Presuposiciones de la cultura aristocrática son la vida sedentaria, la posesión de bienes y la tradición. Estas tres características hacen posible la trasmisión de las formas de vida de padres a hijos. A ellas es preciso añadir una educación distinguida, un formación consciente de los jóvenes de acuerdo con los imperativos de las costumbres cortesanas. A pesar de que en la Odisea se da un sentido humano respectos a las personas ordinarias y hasta con los mendigos, aun cuando falte la orgullosa y aguda separación entre los nobles y los hombres del pueblo, y existe la patriarcal proximidad entre los señores y los criados, no es posible imaginar una educación y formación consciente fuera de la clase privilegiada. Aquí la educación se convierte por primera vez en formación, es decir, en modelación del hombre completo de acuerdo con un tipo fijo.
La más alta medida de todo valor, en la personalidad humana, sigue siendo en la Odisea el ideal heredado de la destreza guerrera. Pero se añade ahora la alta estimación de las virtudes espirituales y sociales. El héroe de la Odisea, Odiseo o Ulises (Οδυσσεὑς en griego, Vlixes en latín), es el hombre al cual nunca le falta el consejo inteligente y que encuentra para cada ocasión la palabra adecuada. Halla su honor en su destreza, con el ingenio de su inteligencia que, en la lucha por la vida y en el retorno a su casa, ante los enemigos más poderosos y los peligros que le acechaban, sale siempre triunfante.
Es preciso dedicar algunas palabras sobre la importancia de los elementos femeninos en la vieja cultura aristocrática. La areté propia de la mujer es la hermosura. Esto resulta tan evidente como la valoración del hombre por sus excelencias corporales y espirituales. El culto de la belleza femenina corresponde al tipo de cultura cortesana de todas las edades caballerescas. La mujer no aparece sólo como objeto de la solicitud erótica del hombre, sino también en su constante posición social y jurídica de señora de la casa. Sus virtudes, en este respecto, son el sentido de la modestia y la destreza en el gobierno de la casa. Penélope es muy alabada por su estricta moralidad y sus cualidades caseras, así como también por su prudencia e inteligencia.
|
Penélope y sus pretendientes (1912), de John W. Waterhouse - Aberdeen Art Gallery |
La posición social de la mujer no ha tenido nunca después, entre los griegos, un lugar tan alto como en el periodo de la caballería homérica. Penélope, desamparada y desvalida, se mueve entre el tropel de los imprudentes pretendientes con una seguridad que revela su convicción de que será tratada con el debido respeto a su persona y a su condición de mujer. La cortesía con que tratan los señores a las mujeres de su condición es producto de una cultura antigua y de una alta educación social. La mujer es atendida y honrada no sólo como un ser útil, como ocurre en el estadio campesino que nos describía Hesíodo, no sólo como madre de los hijos legítimos, como lo hará la burguesía griega de los tiempos posteriores, sino porque en una estirpe orgullosa de caballeros la mujer puede ser la madre de una generación ilustre. Es la mantenedora y custodia de las más altas costumbres y tradiciones.
En la íntima y personal relación del héroe con su diosa Palas Atenea, que le guía en sus caminos y nunca le abandona, halla su más hermosa expresión del poder espiritual de inspiración y guía de la mujer.
Homero nos muestra en la Ilíada su admiración por la alta educación representada en la figura de Fénix, quien tuvo como discípulo a Aquiles. Por su parte, en la Odisea, Telémaco aparece acompañado por Mentor en su viaje a Pilos y Esparta. Esta invención procede, evidentemente, de la costumbre según la cual los jóvenes de la nobleza preeminente iban acompañados en sus viajes por un ayo o mayordomo. Mentor sigue con ojo vigilante todos los pasos de su protegido y le ayuda en todo momento con sus consejos y advertencias. Le instruye sobre las formas de una conducta social adecuada siempre que se sienta inseguro en situaciones nuevas y difíciles. El nombre de "mentor" ha servido pues para designar al viejo amigo protector, maestro y guía, con un claro motivo pedagógico. Asimismo, en ese viaje para buscar a su padre perdido, Homero nos muestra la transformación del carácter y la maduración de Telémaco, gracias no solo a los consejos alentadores de Mentor, sino también a la intervención de la diosa Atenea. La intención del poeta en esta encantadora narración humana no es sólo mostrarnos unas cuantas escenas de los medios cortesanos, sino que hay un propósito pedagógico deliberado y consciente de convertir al hijo de Odiseo en un hombre superior, apto para realizar acciones juiciosas y coronadas por el éxito.
Es necesario insistir, para comprender la estructura espiritual del ideal pedagógico de la nobleza, en la significación pedagógica del ejemplo. En los tiempos primitivos, cuando no existe una recopilación de leyes ni un pensamiento ético sistematizado, aparte de unos pocos preceptos religiosos y la sabiduría proverbial, transmitida oralmente de generación en generación, nada tan eficaz, para guía de la propia acción, como el ejemplo y el modelo. La evocación del ejemplo de los famosos héroes forma, para el poeta, parte constitutiva de toda ética y educación aristocráticas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario