Desde la segunda mitad del siglo XX, la problemática pedagógica es abordada desde perspectivas diversas y con finalidades también diversas. Por ello es necesario, al abordar un tema tan amplio y fundamental como el del aprendizaje, establecer límites, definir finalidades y describir la perspectiva desde la que se pretende analizar el problema.
Una primera matización de interés es establecer el ámbito en el que concebimos la problemática pedagógica, la educación y, por supuesto, el aprendizaje. En no pocas, incluso en excesivas ocasiones, se ha limitado el ámbito de la educación al espacio temporal de la infancia y la juventud. De igual forma, es evidente que se ha reducido, también en numerosas ocasiones, el ámbito de la educación al espacio físico, geográfico e institucional de la escuela y la familia. Desde estas perspectivas escolares, y centradas en el niño, el adolescente y el joven, los análisis y las conclusiones que a partir de ellos se han formulado han sido insuficientes y parciales.
No es posible reducir de tal manera la esfera de análisis, ni acotar en tal medida el momento evolutivo del sujeto de la educación, si lo que se pretende es resolver los grandes problemas de la pedagogía de hoy.
Es obligado considerar al hombre desde antes de nacer hasta el final de su vida y considerarlo en un marco lo más amplio posible. La pedagogía debe ocuparse no sólo del niño y del joven en su ámbito escolar, sino también del hombre en su ámbito sociocultural. Es evidente que la especialización del científico de la educación, los intereses y las necesidades sociales y culturales de cada momento, influirán, aconsejarán e incluso obligarán al estudio especializado de la persona en momentos evolutivos y ámbitos más reducidos. Sin embargo, lo que puede ocurrir es que el pedagogo pierda de vista el bosque de problemas que afectan a la disciplina que practica, contribuyendo así a su empobrecimiento.
La problemática de cualquier esfera científica supera hoy día al profesional de dicha ciencia; pero quizá sea el caso de la pedagogía y, por supuesto, el del pedagogo uno de los ejemplos más claros de tal superación. Problemas epistemológicos, problemas derivados de la cada vez más creciente, pero todavía insuficiente importancia que nuestra sociedad concede a la educación y a sus profesionales, la cada vez mayor, pero aún no suficiente consideración del "status" del pedagogo, del maestro y del profesor, y, por supuesto, también la confusa y deficiente formación que las escuelas normales y las facultades ofrecen a los futuros maestros y pedagogos y, sobre todo, la nula información pedagógica que reciben los futuros profesores de las diferentes áreas de conocimiento y niveles educativos medios, no hacen más que corroborar, en nuestra opinión, la necesidad de una mayor formación pedagógica de los profesionales de la educación y de la enseñanza ante los grandes problemas actuales de la pedagogía. Urge salir de esta situación a la vez que urge contemplar la problemática pedagógica desde perspectivas interdisciplinares e incluso transdisciplinares, que huyan de parcelaciones aisladas y de análisis ubicados casi por completo en el ámbito de lo escolar. La educación se extiende a lo largo de toda la vida del hombre y no puede ser estudiada sino considerando a la persona en un contexto social, cultural y comunicativo, que supera toda localización institucional, temporal o espacial.
Por todo lo anterior, queremos abordar el problema del aprendizaje desde una perspectiva amplia: no reduciéndolo al aprendizaje de habilidades y destrezas, sino concibiéndolo en las diferentes dimensiones que protagoniza la persona, habilidades, destrezas, aprendizaje intelectual, aprendizaje afectivo y, fundamentalmente, aprendizaje social. Entre otras cosas, la educación es un proceso de aprendizaje superior de carácter psicosociocultural, y, en este sentido, consideramos fundamental analizar los hechos y procesos de aprendizaje, tanto en el ámbito estrictamente psicológico, como en el social y cultural, para, de esta forma, comprender mejor los procesos educativos, los logros o realidades educativas y, en definitiva, las relaciones que entre el que se educa y lo que educa se establecen y dotan de auténtica naturaleza a la educación.
Este conjunto de interrelaciones entre educando y educador, entre el que se educa y lo que educa, muestra como fruto de esa mutua influencia unas modificaciones relativamente permanentes en la conducta de, al menos, uno de ellos. Pues bien, estas modificaciones, más o menos persistentes cuando son resultantes de situaciones anteriores, o incluso de la simple observación, son objeto de estudio de la teoría del aprendizaje. Ésta no se ocupa del análisis del proceso enseñar-aprender en la escuela o en otras situaciones semejantes, cosa que sería más bien del campo de la didáctica e, incluso, de la psicología de la educación o educativa. La teoría del aprendizaje, por otros autores llamada psicología del aprendizaje o teorías psicológicas del aprendizaje, se ocupa de las condiciones y procesos que subyacen en este tipo de modificaciones a que hacíamos referencia.