jueves, 15 de junio de 2017

La antropología: ciencia del hombre

Es indudable que el término "antropología" ha sufrido un cambio de significado desde su aparición en la historia de las ideas hasta la actualidad. De aquí que la historia sucesiva del significado de este vocablo no encaje exactamente con la interpretación central de antropología como "ciencia del hombre", que es el sentido actual prevaleciente.
Esta acepción fue ya clásica en Aristóteles desde una referencia semántica griega -anthropos y logos-, equivalente a "ciencia del hombre". En este mismo sentido global, pero con énfasis en su corporalidad, se vuelve a usar el término antropología, por Magnus Hundt, en 1501. Cabe distinguir dos grandes acepciones del término. Una muy amplia y otra más restringida, que por ello permite aplicarse a campos diversos y parciales.
En la acepción amplia de antropología, ésta equivale a la ciencia del hombre, en su generalidad y totalidad. Es decir, al conocimiento del hombre como tal, en sí mismo. Fácil es de ver que aquí se retrata igualmente la filosofía, que pretende conocer al hombre en sí mismo, y que los términos ciencia o filosofía serían, en este sentido, sinónimos, en cuanto a su sujeto y objetivo, que es el hombre. Ésta parece ser la tesis de Heidegger, para quien la antropología es toda la filosofía, o más específicamente la antropología sería el fundamento de la ontología fundamental o conocimiento del ser.
Siendo, en efecto, el hombre, a la vez, sujeto y objeto de todos los conocimientos, si los contemplamos en profundidad y de un modo global, es evidente que en esta consideración toda la filosofía es antropológica y todas las ciencias son, a la vez, antropológicas. Quizás sea esta confluencia de raíces y de origen lo que subyace como dificultad para distinguir del todo e independizar las ciencias de la filosofía. Y esta dificultad sigue en pie, a pesar de que unas y otras lleguen a su objetivo de estudio por métodos específicamente distintos y se propongan un punto de mira u objetivo formal diverso.
La posibilidad de conocer cada vez más y extender a nuevos ámbitos nuestros conocimientos, tanto en cantidad como en profundidad, ha obligado al investigador a una desmembración y proliferación de campos de estudio, con la obvia secuela de pérdida de la unidad total, en beneficio de un mejor y más extenso saber. La aparición de las múltiples ciencias diversas ha sido la expresión necesaria de este avance longitudinal del saber, característico de esta fase multiplicativa.

1. Una antropología básica
Hoy se adivina por doquier la aspiración de entrar en una fase del saber que, en lo posible, pueda integrar a la vez lo ciencífico con lo filosófico. Esta tendencia actual es particularmente conveniente y su urgencia se hace aún más patente precisamente en el conocimiento del hombre estudiado como totalidad integral. En efecto, la filosofía del hombre busca cada vez más el auxilio de las ciencias del hombre para dar respuesta a interrogantes que ella sola no puede contestar. Lo mismo sucede desde el campo de las ciencias del hombre, que se hacen cada día más filosóficas o interpretativas de los fenómenos humanos objeto de su estudio.
En esta supuesta nueva disciplina total del hombre, lo sustantivo sería el hombre, como sujeto y como objeto de su propio estudio. Y posiblemente con un mayor énfasis en el primer término sobre el segundo. En este sentido, el hombre reivindica ser el autor de su propio conocimiento, no el espectador ni el mero receptor de este conocimiento.
Los que auguran esta nueva dirección del saber acerca del hombre, hablan de llegar a una "síntesis" de todo lo que relativo al hombre se ha llegado a conocer, tanto en sus componentes inmanentes como trascendentes, y no como mera suma aditiva de saberes parciales, ni como una combinación amorfa de datos antagónicos o complementarios. Preconizan también la necesidad de un planteamiento metodológico más amplio que el de las ciencias actuales y el de la filosofía antigua o moderna. Un planteamiento en el que quepan, a la vez, los métodos empíricos y los métodos abstractos-racionales.
En definitiva, desean llegar a la esencia de la existencia humana. En otras palabras, intentan poder contestar a la pregunta de "quién es el hombre", en su esencia -ámbito filosófico- y en su existencia -ámbito empírico-científico- a la vez.
Tal disciplina nueva sólo podría llamarse antropología, sin aditivos ni adjetivos. O antropología general e integral. No antropología filosófica ni antropología científica, porque abarcaría a un tiempo lo filosófico y lo científico. Podría llamarse ciencia general del hombre, entendiendo por ciencia el conocimiento sintético que el hombre posee de sí mismo.
Esta nueva disciplina, además de integrar todos los datos válidos procedentes de las demás ciencias del hombre, podría orientar y dar sentido -dirección- a la investigación y al estudio que se está haciendo en todos los campos de las ciencias del hombre, para asegurar que el propio hombre sea el beneficiario de esta investigación y estudio.
Empero esta antropología básica y fundamental, filosófico-empírica, está por hacer y posiblemente pasará mucho tiempo hasta llegar a conseguirse -si llega algún día-; porque todavía los investigadores trabajan en parcelas aisladas de especialización cerrada, y los intentos de apertura o interdisciplinaridad entre especialistas se quedan, todavía, en intercambio de datos que benefician solamente a los mismos especialistas, sin que otros se aprovechen de esta comunicación para fines más generales.
Precisamente por no tener a nuestra disposición esta antropología global y fundamental, tenemos que recurrir a antropologías menores o antropologías con adjetivo, entre las que situaremos a la antropología pedagógica. Con ello queremos dejar muy clara la insuficiencia de todas las antropologías parciales de que hoy disponemos para llegar a conocer al hombre, y la necesidad perentoria de una complementación mutua entre todas ellas.

2. Las antropologías aplicadas 
Junto a la aceptación amplia del término antropología, se dan también acepciones más restringidas aplicadas a campos diversos. Recordemos, por ejemplo, la antropología filosófica, la antropología biológica, la antropología psicológica, la antropología cultural, la antropología pedagógica, por citar sólo algunos nombres. Todas estas antropologías menores han surgido, en buena parte, como respuesta a la necesidad que tiene el hombre moderno de verse agente principal de su propio saber en cualquier campo de estudio relacionado consigo mismo.
Es previsible que estas disciplinas antropológicas puedan significar, para cada una de las ramas del saber -biología, psicología, sociología, historia, filosofía, cultura, pedagogía, etc.-, un verdadero cambio copernicano, cuya trascendencia e influjo en sus respectivas ciencias pronto se dejará notar en beneficio de un enfoque humanista de todos los saberes. Sin embargo, esta importancia e influjo previstos dependen de que lo "antropológico" sea tomado como aspecto sustantivo y no como adjetivo.
De esto se deduce que todas las antropologías aplicadas están supeditadas o condicionadas, en su tratamiento, a los criterios previos de quienes las investigan o estudian. Y aquí reside un punto crucial e importante. Conviene recordar, a este respecto, que la distinción y separación entre ciencia y filosofía, a lo largo del proceso histórico (y lo mismo entre las distintas ramas científicas), ha venido como efecto de un artificio o compromiso fáctico de parcelación de áreas entre los mismos iniciadores de estos campos.
Si mantenemos la distinción entre la filosofía y la ciencia, o lo filosófico y lo científico, cabe distinguir dos tipos genéricos o familias de antropologías menores o aplicadas: la antropología filosófica y la antropología científica o positiva. En realidad, es más exacto hablar de antropologías filosóficas y antropologías científicas, en plural.

3. Antropologías filosóficas y antropologías científicas
La distinción entre antropologías filosóficas, por un lado, y antropologías científicas, por otro, está hoy justificada por el método de estudio que siguen las unas y las otras, así como por el objetivo formal que cada una elige y por el punto de mira subjetivo que las distingue. Es obvio que el objeto material sigue siendo común: el hombre.
En efecto, las antropologías filosóficas pretenden conocer al hombre en su esencia (el "porqué" de su realidad), y también su "para qué" o finalidad (destino último, indudablemente ligado a su origen). Su campo es la "idea" o concepto abstracto del hombre, como respuesta a las últimas preguntas que cabe hacerse acerca de él. Y el método, como apuntamos, es la reflexión racional, lógica, deductiva, que cuestiona las causas últimas ontológicas del hombre.
Por otro lado, las antropologías científicas pretenden conocer al hombre en su existencia, indagando el "cómo" es su vida, cómo funciona, tanto en su individualidad como en su situación en el mundo, y esto por medio de métodos empíricos y experimentales, constatables y verificables desde los hechos concretos.
La antropología filosófica es, asimismo, más sintética y generalizadora, porque su instrumento mental o de estudio es la abstracción, merced a lo cual puede acercarse más a la globalidad del hombre. Por el contrario, las antropologías científicas están más ligadas a instrumentos de estudio de tipo analítico y concreto.
Dejemos aclarado que las antropologías científicas no pueden llegar a abarcar al hombre total, y son inevitablemente parciales e incompletas cuando estudian al hombre como ser existencial. Y que las mismas antropologías filosóficas, que parecen abarcar la globalidad del hombre, sólo pueden conseguirlo en la línea de lo esencialmente abstracto, no en la línea de lo existencial-concreto. En este sentido, también las antropologías filosóficas son incompletas y parcial a la hora de responder a la pregunta de qué es el hombre en su totalidad como ser existente.
Estas precisiones nos preparan para ubicar la antropología pedagógica dentro del campo de las antropologías menores o aplicadas.


4. La antropología pedagógica
Por un lado, la antropología pedagógica es una rama de las ciencias, es decir, es científica, no filosófica; y, como ciencia, su campo u objetivo de estudio es el hombre existencial y concreto dentro del mundo real en que vive. De aquí que necesariamente deba estar abierta a cuantos datos complementarios puedan aportar las otras ciencias y, en concreto, las demás antropologías científicas del hombre, en los aspectos biológicos, psicológicos, históricos, sociales y culturales.
La antropología pedagógica necesita, además, fundamentarse, como soporte, en una antropología filosófica que le señale la raíz esencial del hombre como ser; es decir, su naturaleza. Una fundamentación que ninguna rama de las ciencias del hombre pude eludir si quiere llegar a conocer la intimidad y totalidad del hombre.
De todas formas, esta fundamentación de la antropología pedagógica no es tarea fácil. En primer lugar, porque existen muchas antropologías filosóficas, y cada una parte de enfoques y presupuestos particulares, unos más esencialistas, otros más existencialistas. El hecho de que algunas antropologías filosóficas sean preferente o exclusivamente materialistas, naturalistas, sociopolíticas, y otras más bien personalistas, espiritualistas y trascendentes, nos alerta, de entrada, sobre la diversidad de sus puntos de vista y, por ende, de la necesidad de optar libremente por unas u otras.
Lo que hemos dicho acerca del uso de las antropologías filosóficas, como soporte de la antropología pedagógica, vale igualmente con respecto al uso de las aportaciones que tomamos de las antropologías científicas, y, lógicamente, buscando entre unas y otras -soporte y aporte- una consistencia interna.
Más aún: el planteamiento de la antropología pedagógica no depende sólo de dar al hombre el lugar de preferencia, ni del enfoque empírico-filosófico bajo el cual lo consideramos. Depende además de la interpretación que demos a lo pedagógico, es decir, de tomar a la pedagogía como ciencia o como arte o, en postura intermedia, como ciencia y arte a la vez.
Para nosotros, la pedagogía es la ciencia teórico-práctica del proceso educativo del hombre, con lo cual incluimos a la vez en ella los elementos del arte educativo y los elementos sistemáticos de la teoría educativa. Unos y otros enmarcados en el quehacer o acción educativa, como campo específicamente propio de la pedagogía.
En suma, el plantemaiento de la antropología pedagógica, además de depender del concepto de educación o pedagogía que elijamos, depende igualmente del concepto o idea del hombre, o de la naturaleza humana, que tomemos como base.
El que la antropología pedagógica, como cualquier otro saber acerca del hombre, no pueda ser independiente, no impide que pueda tener una autonomía relativa en su propio campo específico, como sucede también con otras ramas de la ciencia. Autonomía y dependencia son conceptos y realidades compatibles, cuando se entienden dentro de criterios flexibles, críticos y de opción selectiva.
La antropología pedagógica queda libre para elegir dentro de las investigaciones antropológicas -científicas y filosóficas- aquellos datos acerca del hombre que responden mejor a su objetivo concreto. Esto conlleva el que tenga que hablarse de diversas antropologías pedagógicas posibles, y no de una única antropología pedagógica.