miércoles, 13 de mayo de 2015

El Principio del Juego

1. Introducción
Aparece en el panorama vital un nuevo horizonte: el de la actividad libre, el del ocio placentero, el del juego en el sentido más denso de esta palabra. Las tres dimensiones del hombre, como ser pensante, como productor y como ente que juega, que despliega libremente sus energías sin exigencias utilitarias, son permanentes y no circunscritas a un momento histórico determinado. Homo sapiens, homo faber, homo ludens, son tres tipos humanos según el predominio en cada momento.
El niño es un homo ludens integral. Toda su actividad tiene un definido sentido de juego. Para lograr un humanismo integral, para el despliegue total del ser del hombre, y para mayor eficacia en su vida social, parece imprescindible reencontrar de nuevo el sentido del juego. El mismo trabajo gana en cuanto que, por una motivación intrínseca, se convierte en cierto modo en juego.
Habría que hablar de ocio formativo, del juego como oportunidad de configurar la personalidad humana.
El juego se ha definido como la actividad que se hace por sí misma, mientras que el trabajo intenta conseguir algo distinto del propio quehacer. Por ello, el juego ha tomado especial relevancia: por su valor diagnóstico, el juego es la mejor oportunidad de conocer la madurez personal del niño, ya que es el momento en que se siente más profundamente él mismo.

2. Teorizantes del juego

  Friedrich von Schiller (1759-1805) 
Las tendencias racionales y los impulsos sensibles se armonizan en el instinto del juego. Jugamos a la vez con nuestras inclinaciones sensibles y con nuestro respeto a la forma racional. El hombre cuando juego, no sólo libera energías físicas sobrantes, como puede hacerlo el animal, sino que está impulsado por la imaginación. En el juego coinciden lo sensible y lo inteligible.

  Jean Paul Richter (1763-1825)  
El juego es la más seria de las actividades del niño, pues da a todas un toque creador. Va contra la esencia del juego el que sea impuesto. Lo decisivo es que, espontáneamente, dé cauce a las energías infantiles. En el juego descubre cada cual sus posibilidades y reencuentra su propia armonía, en total simplicidad.

  Friedrich Wilhelm Fröbel (1782-1852)  
El niño siente un gran placer en los juegos colectivos; ellos le permiten medir sus posibilidades, reconocer su faz. En ellos se despierta el sentido de la comunidad.

3. Clasificación del juego

  1)   Edouard Claparède (1873-1940)
Unos juegos ponen en ejercicio procesos generales de la vida anímica, mientras que otros ejercitan funciones especiales.
1 - El juego de las funciones generales: a) Juegos sensoriales: ruidos colores... b) Juegos motores: coordinación de movimientos, destreza, fuerza, rapidez... c) Juegos psíquicos e intelectuales: adivinanzas, imaginación, preguntas, juegos de curiosidad, afectivos, de voluntad...
2 - El juego de funciones especiales: a) Juegos de lucha, tanto corporales como espirituales: deporte, ejercicios físicos, verbales... b) Juegos de caza c) Colecciones d) Juegos sociales: actividades en común, imitación de sociedades... e) Juegos familiares: roles de miembros de la familia... f) Juegos de imitación: acciones de la vida real, del cine o de la televisión, disfraces.
En esta clasificación no aparece la sucesión cronológica, con lo que el juego queda reducido a la edad infantil.


  2)   Charlotte Bühler (1893-1975)
La actividad infantil describe un arco que va progresivamente del juego al trabajo. La primera etapa es la de la función: el niño repite acciones que le producen placer sin otra finalidad que el puro ejercicio. El juego de representación implica la etapa de entrada en el mundo simbólico. Antes del fin del primer año, el niño ya puede fingir imaginariamente ciertas acciones (dormir, dar de comer a un muñeco...). El juego de ficción es representativo de los tres años y medio.
Al final del primer año comienzan a observar las cualidades de los objetos y las formas. Ya no hacen un uso indiscriminado de los objetos, sino que los utilizan y reconocen sus funciones. Hacia los dieciocho meses, apunta el instinto de construcción. Estamos en la fase de la obra. La obra exige terminarla, no como la función que, propiamente, no tiene un fin preestablecido. Aparece pues oscuramente la idea de trabajo, de algo que debe ser acabado. El niño se propone por tanto fines.
El orden en que se descubren estas tres formas básicas del juego representa, al parecer, una secuencia de maduración en la que el juego funcional, es decir, la experimentación sensomotora, se presenta primero; el juego de representación, las acciones dramáticas, en segundo lugar, y, en tercer término, el juego de construcción, esto es, la formación de figuras o estructuras de composición o deformación de materiales.
A partir de los diez años, cada vez los trabajos de construcción tendrán un carácter más realista y los productos más útiles. Los niños se inclinan más por las construcciones técnicas y las niñas por los juegos de ficción.
Durante los cinco primeros años, los juegos son más bien solitarios, y cuando hay participantes rara vez son más de cuatro. La conciencia de grupo en torno a las actividades lúdicas tienen un valor capital entre los ocho y los doce años. Aparecen los juegos en equipo y los deportes.
Cuando el niño habla de profesión piensa sólo en la función, en la pura actividad. Por ello, el niño quiere ser chófer o futbolista. A los catorce años se contemplan dos rasgos fundamentales en la profesión: el placer de la función como ejercicio físico o psíquico, y el factor económico, que se gane dinero, que le abra las puertas de la deseada independencia. Pero todavía no aparece el ideal de servir a los demás mediante el trabajo. Es hacia los dieciséis años cuando se adopta un nuevo punto de vista, cuando se piensa explícitamente en el bien común. Hay ahora una síntesis de las relaciones del trabajo y de las relaciones sociales.
En la vida del adulto se repiten estas mismas tres fases. De los veinte a los treinta años el ejercicio profesional tiene un carácter de ensayo, de preparación. La prueba es que la mayoría cambian de profesión en este periodo. Y gran parte de los que no lo hacen es por falta de oportunidades. De los treinta a los cuarenta años, la profesión se consolida y deja sus primeras obras originales. Después de los cuarenta años se preocupa más de la difusión de sus obras, de su impacto social. Los tres estadios se repiten, el funcional o de ejercicio, el de consolidación de la obra y el del beneficio social.

  3)   Arnold Lucius Gesell (1880-1961)
Circunscribe el juego de los cinco a los nueve años. Antes de esos años, describe características motrices, de lenguaje, de adaptación, de conducta personal y social. Después hablará de actividades e intereses. Pero lo que es el juego infantil, sólo aparece en las fechas indicadas.
A los cinco años, les gusta pintar, recortar, construir, montar piezas, manejar herramientas, juegos físicos, manipulativos.
A los seis años, les gusta colorear objetos reales (coches, trenes, personas, casas...), jugar con el agua, la tierra, manejar la bicicleta, practicar algunos deportes, coleccionar.
A los siete años, juegan con aquello que prefieren, es decir, empiezan a definir qué tipo de juegos son sus preferidos. Comienzan los juegos de fantasía en los que se exigen detalles que dramaticen y ambienten la escena del juego.
A los ocho años, no les gusta jugar solos, dramatizan personajes reales, siguen con el afán de coleccionar, pero ahora no pretenden recogerlo todo, sino seleccionar y clasificar; los juegos motrices tienen ahora un carácter colectivo, se inician las pandillas o asociaciones. Ahora les apasionan los juegos de mesa, cumplir sus reglas, e incluso pueden llegar a crear nuevos juegos con reglas.
A los nueve años, practican actividades solitarias como leer, ver la televisión, y les cuesta mucho interrumpir el juego. Practican deportes hasta llegar al agotamiento.
A los diez años, el juego es el centro de la vida. La escuela y los hábitos de casa sólo sirven para interrumpir sus juegos. Les gusta reunirse en grupo para practicar sus deportes. Tienen una gran resistencia física, por lo que puen estar jugando durante horas. Empiezan a sentir un desapego de otros juegos que consideran infantiles, tales como muñecas, coches,... Empiezan a sentir más placer jugando en la calle que en casa. Les encanta acotar el espacio y tomarlo como propio, para uso individual o colectivo (un local, un rincón del jardín, una habitación). Les interesa poco la lectura, quizás cómics o libros de aventuras, y sin embargo el interés por la televisión es muy alto.
A los once años, les preocupan más las personas que el juego, les gusta la conversación con los iguales, organizar actividades colectivas, intercambiar objetos. Sin embargo, las relaciones no siempre son cordiales, y los más fuertes pueden llegar a abusar de los débiles. Comienza a interesarles la música, son más selectivos en sus gustos en televisión, les gusta asemás ver películas o escuchar discos con sus amigos. Empiezan a despegarse de los padres.
A los doce años, se acentúa su sentido social, se reducen los conflictos con los otros, saben escuchar más, se interesan por aspectos creativos y artísticos, el contacto con la naturaleza. Comienzan a elegir las películas por los actores.
A los trece años, toman conciencia de que pisan otros senderos, y desdeñan muchas cosas preferidas anteriormente por ser "infantiles". El deporte puede llegar a ser obsesivo, tanto al practicarlo como al sentirlo como un gran espectáculo. Se interesan por aspectos científico-técnicos. Comienzan a apasionarse por sus estrellas favoritas del cine y la canción.
A los catorce años, amplían sus perspectivas temporales y programan su tiempo de ocio. Por lo general prefieren las actividades fuera de casa, viajes, deportes y relaciones sociales. Esas relaciones vienen a ser normales con los del sexo contrario.
A los quince años, comienzan a sentir el gusto adulto por el descanso, por relajarse, y se decantan por juegos sedentarios, charlar o pasear.