Debemos definir qué son aquellas necesidades derivadas, o, como las llamaremos en adelante, imperativos culturales, impuestos al hombre por su propia tendencia a extender su seguridad y su bienestar, aventurarse en las varias manifestaciones del movimiento, acrecentar la velocidad, preparar tanto máquinas de destrucción como de producción, acorazarse con colosales dispositivos protectores y construir equivalentes medios de ataque. Si nuestro concepto de las necesidades derivadas o imperativos culturales es correcto, ciertos nuevos tipos de conducta aparecerán implícitos en todos los concomitantes culturales, los cuales son tan rigurosos e ineluctables como cualquier serie vital en su correspondiente campo. En otras palabras, hemos mostrado que el hombre debe cooperar económicamente; establecer y mantener el orden; educar los nuevos individuos en desarrollo para que lleguen a ser ciudadanos, y que debe de alguna manera proporcionar los medios de compulsión en tales actividades. Nos falta mostrar cómo y dónde éstas se producen y de qué manera se combinan. Finalmente, con el objeto de que aparezcan claros los procesos de derivación y jerarquía, tendremos que demostrar cómo el saber, la religión, la economía, los mecanismos legales, el adiestramiento educativo y la creación artística, están directa o indirectamente relacionadas con las necesidades básicas o fisiológicas.
¿Podemos decir, no obstante, que la sumisión a las reglas culturales es tan absoluta como el sometimiento al determinismo biológico? En cuanto admitamos que la dependencia del patrimonio cultural, ya sea simple o complejo, se convierte en la conditio sine qua non, veremos inmediatamente que la falla en la cooperación social o en la exactitud del simbolismo conduce inmediatamente a la destrucción o al conflicto en sentido biológico.
El hombre no está obligado, por determinismo natural, a cazar con lanza o con arco y flecha, a usar dardos envenenados, ni a defenderse por medio de empalizadas, guaridas o armaduras. Pero desde el momento en que tales invenciones han sido adoptadas, con el objeto de perfeccionar la adaptabilidad al medio, ellas se convierten en necesarias condiciones de supervivencia. Y aquí podemos enumerar, punto por punto, los factores por los cuales el sometimiento del hombre llega a ser tan grande como su dependencia de la ejecución de cualquiera de las series vitales, biológicamente impuestas. Imaginad cualquier situación en que se trate de un acto inmediato, peligroso y culturalmente inevitable. El cazador se enfrenta con un animal más fuerte, mejor equipado anatómicamente, con el cual un encuentro sin armas daría por resultado la incapacitación o la muerte. Se requiere que el objeto que él use, su lanza, su arco o su fusil, sea técnicamente perfecto. Su destreza y habilidad no deben fallar en el momento crucial. En una expedición cooperativa de caza, el arma, tanto como los cazadores, deben estar en el lugar conveniente en el momento preciso y cumplir como es debido su tarea. Es menester, en este caso, que la comunicación por medio de símbolos sea adecuada si se quiere evitar el fracaso. Así, el equipo material en su producción económica y en su cualidad técnica, la pericia basada en el adiestramiento, el saber y la experiencia, las reglas de cooperación y la eficacia de los símbolos, son todos tan indispensables bajo el imperativo biológico de la autopreservación como lo son cualquiera de los elementos sólo fisiológicamente determinados.
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