miércoles, 13 de abril de 2016

La tecnología

En sus orígenes, la ciencia y la técnica evolucionaron de forma independiente. Muchos inventos nacieron antes de conocer las leyes científicas que hacían posible su funcionamiento. En otros casos, la técnica surge como una aplicación práctica de los principios de la ciencia, lo que lleva a definir la tecnología como ciencia aplicada.
Cuando la técnica es el producto de una reflexión y una elaboración complejas, recibe el nombre de tecnología, esto es, el resultado de los conocimientos científicos aplicados a la elaboración de maquinarias o procedimientos de trabajo con fines eminentemente prácticos.
La tecnología deja de ser un dominio de los artesanos y pasa a ser una tarea de los técnicos, quienes realizan un trabajo que consiste fundamentalmente en la aplicación de sus conocimientos técnicos, y en el que los instrumentos y la maquinaria a los que se aplican no son de su propiedad, sino del empresario que los contrata. Lo que el técnico produce ya no es expresión de su habilidad y destreza, sino de la acción de las máquinas que realizan una producción estandarizada e impersonal.
Conforme la ciencia y la técnica se han ido vinculando al desarrollo económico y al llamado proceso de industrialización, se han hechos más interdependientes, hasta el punto de llegar a ser difícilmente separables, lo que ha llevado a algunos a hablar de tecnociencia.
Cada vez más, la ciencia requiere numerosos recursos personales y técnicos para realizar sus investigaciones, por lo que el avance técnico permite el de la ciencia. La movilización de esos recursos por parte de las empresas y de los gobiernos exige de la ciencia unos resultados prácticos, es decir, que se traduzcan rápidamente en conocimientos aplicados o tecnologías nuevas que permitan rentabilizar las inversiones. Por tanto, la ciencia se aleja cada vez más de la investigación desinteresada y está más sometida a las exigencias de servir a la tecnología.

En la actualidad, el alcance del término "técnica" se ha vuelto más amplio como consecuencia de su implicación con la ciencia y de la extensión de los ámbitos de aplicación de ésta. La tecnología no ha de entenderse exclusivamente en términos mecánicos o de maquinaria, sino también de procesos de planificación e intervención social. Aparecen así las nuevas tecnologías sociales, cuya finalidad es procesar información y personas, no sólo trabajo o energía, y articular los recursos que utiliza el sistema social para gestionar la propia sociedad.

1. Raíces de la tecnología social: división del trabajo y estructura social
Mientras que en sus orígenes todos los miembros de la comunidad primitiva hacían de todo, pronto se fueron especializando de acuerdo, fundamentalmente, con ciertas características biológicas. Así, las mujeres, que por estar especialmente dedicadas a la maternidad y a la crianza de los hijos tenían mayores dificultades para recorrer grandes distancias, se ocupaban de las tareas agrícolas, de las labores de alfarería y de tejer, mientras que los hombres jóvenes se dedicaban intensamente a la caza. Surgieron distintos grupos (niños, jóvenes, hombres adultos, mujeres, ancianos, etc.) que realizaban determinadas actividades y pronto se descubrieron las ventajas de hacerlo así, por lo que los diversos miembros del grupo se especializaron en una actividad o un trabajo concretos.
Esta división del trabajo trajo consigo una especialización y una mayor cualificación, es decir, un aumento de los conocimientos técnicos, vinculados, en este caso, a la experiencia repetida, lo que favoreció un aprovechamiento de las energías invertidas, de forma que el trabajo se hizo mucho más productivo. Por ejemplo, si una persona tenía que hacer su choza, fabricar sus arcos y sus flechas, tejer sus vestidos, preparar sus vasijas para guardar los alimentos y cocinarlos, atender al ganado, hacer sus aperos de labranza y labrar la tierra, etc., lo normal es que no pudiera hacerlo todo, pues cada una de esas actividades le llevaría un tiempo considerable, ya que no tenía una gran experiencia en cada una de ellas. Si, por el contrario, cada miembro del grupo se especializaba en una actividad, su experiencia y los conocimientos que acumulaba con ella, le harían especialmente hábil y rápido para realizar su trabajo.
El incremento de la productividad que se alcanzó mediante la división social del trabajo llevó consigo la aparición del excedente, es decir, de un sobrante de lo producido, el cual se podía emplear para atender a las necesidades de determinados grupos cuya especialidad no era directamente productiva, o si se quiere, no producían bienes materiales directos. Así pudo desarrollarse un grupo de individuos encargados de la organización y planificación de las actividades que había que realizar, pues, al dividirse el trabajo, fue necesario que alguien coordinara las distintas actividades, así como el reparto o los mecanismos por medio de los que cada uno accediera a lo que otros producían. Surgieron entonces los gobernantes.
Otra necesidad vital para el grupo fue garantizarse una buena relación con los dioses de cuya benevolencia dependían las cosechas y la caza, o el dominio mediante la magia de determinadas manifestaciones de la naturaleza para que les fueran favorables, etc. Nació así otro grupo social especializado en la producción de bienes no tangibles y materiales, pero no por ello vividos como menos necesarios por parte del grupo: los sacerdotes, que además fueron clave para, con sus saberes sobre los astros, las estaciones y otros ciclos de la naturaleza, poder determinar en qué días realizar las siembras, las recolecciones, etc. No es extraño que en los grandes imperios hidráulicos de la Antigüedad una de las principales actividades de los sacerdotes fuese la astronomía-astrología.
Finalmente, conforme la sociedad se hizo más compleja y el excedente aumentó también fue más necesario defender lo poseído frente a las agresiones o el intento de otros de apropiarse de las cosechas y de los bienes producidos por el grupo, por lo que surgió un tercer grupo "improductivo": los guerreros.
Estos tres grupos vivían de lo que producían de una forma directa los agricultores, los ganaderos y los artesanos.

2. La distribución de los bienes
De la división del trabajo nace también la necesidad de organizar la forma de distribuir los resultados de los trabajos de cada grupo, pues nadie produce todo lo que necesita para vivir.
Una función fundamental de la sociedad es organizar el modo de producir los bienes que se necesitan y los mecanismos por los que se reparten esos bienes.
En las sociedades se han utilizado, tradicionalmente, distintos sistemas de acceso de sus miembros a los bienes necesarios:
  • El don o el regalo. Esta forma está de algún modo presente aún hoy, sobre todo en los pueblos donde la gente intercambia y se regala parte de lo que cada uno ha cosechado. Está socialmente establecido y goza de prestigio y valoración social el intercambiar, en forma de regalos, distintos bienes. Lo que rige es la idea de reciprocidad, quedando fuera de consideración nuestros conceptos de cálculo y de equivalencia. En la lógica del don no se espera recibir un equivalente, sino otro regalo y, muchas veces, ni siquiera de aquél a quien se le ha hecho. Este sistema de intercambio ha sido empleado por muchos grupos humanos en la historia. También es éste el tipo de trabajo y de intercambio que se realiza en las familias en las que la madre realiza su trabajo (guisar, planchar, lavar, hacer camas, cuidar de los más pequeños o de los ancianos, etc.), sin calcular cuánto vale lo que hace y si será recompensado.
  • El almacenamiento y la centralización de lo producido y su reparto por quien tiene autoridad reconocida en la comunidad. Es el caso, por ejemplo, del sistema económico del antiguo Egipto o de Babilonia. En él, todo lo que se produce es registrado y guardado en los almacenes del faraón, y después es repartido según determinadas normas, no necesariamente justas e igualitarias. También este sistema corresponde, en parte, al de los antiguos países de economía centralizada y planificada, llamados comunistas. También entran dentro de esta consideración el trabajo redistribuidor que realiza el Estado en los países democráticos o en las llamadas sociedades del bienestar, en las que, desde el poder del Estado, se presta una serie de servicios, como la salud, la educación, la justicia, etc., a todos los ciudadanos y que son sufragados por todos, de acuerdo con sus ingresos, por la vía de los impuestos.
  • El pillaje, la guerra, la violencia, sobre todo cuando se trata de apropiarse de lo que otros grupos producen y el nuestro no tiene. Este sistema de acceso a los bienes tiene una larga historia y muchas de las guerras tienen un trasfondo económico indudable.
  • El comercio, basado primero en el trueque y, más tarde, en el dinero como medio de intercambio. Es el modo más extendido; se realiza, sobre todo, mediante un mecanismo que cada vez irá adquiriendo mayor importancia: el mercado. En las formas más antiguas y primitivas de mercado, cada productor intercambiaba sus productos por otros productos de acuerdo con una relación de equivalencia (en el caso del trueque) o por su valor en dinero. Con el tiempo, el mercado ha evolucionado, dejando de ser un mecanismo para intercambiar bienes y convirtiéndose en la institución más importante de las sociedades capitalistas o de mercado.
El descubrimiento más destacable de la investigación histórica y antropológica reciente es el siguiente: por lo general, las relaciones sociales de los hombres engloban su economía. El hombre actúa, no tanto para mantener su interés individual de poseer bienes materiales, cuanto para garantizar su posición social, sus derechos sociales, sus conquistas sociales. No concede valor a los bienes materiales mas que en la medida en que sirven a este fin. Ni el proceso de la producción ni el de la distribución están ligados a intereses económicos específicos, relativos a la posesión de bienes. Más bien, cada etapa de este proceso se articula sobre un determinado número de intereses sociales que garantizan, en definitiva, que cada etapa sea superada. Estos intereses son muy diferentes en una pequeña comunidad de cazadores o de pescadores y en una extensa sociedad despótica, pero, en todos los casos, el sistema económico será gestionado en función de móviles no económicos.
R. Polanyi, La gran transformación