La principal fuente de sustento de la población egipcia y mesopotámica era la agricultura. Ésta era posible gracias a las obras de canalización de las aguas, con diques de contención y canales que distribuían las crecidas periódicas. Además, a pesar de que las lluvias eran muy escasas, disponían de agua durante todo el año gracias a la construcción de pozos y sistemas de riego.
La ganadería, sobre todo la cría de vacas y cabras, y la pesca eran el complemento de la agricultura.
La artesanía también desempeñó un papel muy importante. La cerámica, la metalurgia o la cestería, así como la elaboración de tejidos, esmaltes y joyas, y el tallado de sellos en Mesopotamia, eran ocupaciones bastante frecuentes.
Pero de todas las actividades económicas, la más importante fue el comercio. Al no existir la moneda, los excedentes agrícolas y artesanales se intercambiaban por productos que escaseaban en la zona, y, en ocasiones, se realizaban los pagos en cereales o plata.
La Administración del Estado se encargaba de almacenar el grano de un año para otro. El grano servía para pagar los salarios de los trabajadores y acumular reservas con las que alimentar a la población en épocas de sequía o escasez.